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Joan Tapia

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Presidente del Comité Editorial de EL PERIÓDICO.

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Inmigración: ¿derrota de Macron?

El joven y optimista presidente de 2017 ahora surfea una ola potente en toda Europa que propulsa a la extrema derecha, levantando la bandera de que hay demasiados emigrantes

El Consejo Constitucional francés anula las medidas más duras de la ley migratoria de Macron

La dura ley migratoria provoca una crisis en el Gobierno de Macron

Enmanuel Macron, ahir durant la seva roda de premsa.  | CHRISTOPHE PETIT TESSON / EFE

Enmanuel Macron, ahir durant la seva roda de premsa. | CHRISTOPHE PETIT TESSON / EFE / ENRIC BONET

Europa está condenada a malvivir en una gran contradicción. La escasez de nacimientos y el envejecimiento hacen que solo la inmigración asegure el relevo generacional necesario para el futuro y el pago de las pensiones. Nadie razonable lo puede negar. Pero, al mismo tiempo, una parte de sus ciudadanos -que parece subir- cree que hay exceso de emigrantes. Y ello, unido a otras causas, está provocando un aumento del voto a la extrema derecha, que exige el control férreo o la expulsión de emigrantes.

Giorgia Meloni manda en Italia. En Holanda, un partido xenófobo que quiere prohibir las mezquitas ganó las últimas elecciones. La AfD (Alternativa por Alemania) es el segundo partido en todas las encuestas, detrás de la CDU pero delante del SPD. En Gran Bretaña, el primer ministro Sunak fía sus escasas posibilidades a expulsar a Ruanda los emigrantes ilegales. Y en Francia un candidato presidencial, Éric Zemmour, sostiene que hay un gran complot para “reemplazar” a los franceses por inmigrantes del Magreb...

Alemania y Francia quieren tomar medidas para, al mismo tiempo, permitir menos ilegales e integrar a los inmigrantes que se necesitan. Lógico y fácil de enunciar… pero complicado. Con este objetivo, Macron propuso una ley de emigración que fue tumbada en el parlamento (no tiene mayoría) por una alianza que iba de la extrema derecha a la extrema izquierda. Unos por permisiva, los otros por reaccionaria.

Para sacarla, Macron pactó con la derecha endurecerla y en un hábil gesto político Marine Le Pen también la apoyó (sus votos no eran en principio necesarios), afirmando que era su “triunfo ideológico” por la “preferencia nacional” (hacia los franceses) en algunos servicios. Y el voto de Le Pen fue una bomba que provocó las críticas de toda la izquierda e incluso la desazón del partido presidencial. Con todo, Macron advirtió de que algunos artículos podían ser inconstitucionales, pero que esa tarea correspondía al Consejo Constitucional (CC).

Y el jueves el CC dictaminó que el 40% de los artículos de la ley son inapropiados o inconstitucionales. Por ejemplo, los que van contra el reagrupamiento familiar, ponen fianzas a los estudiantes extranjeros o dicen que el parlamento debe fijar cada año el número de emigrantes permitidos. Por el contrario, mantiene los que agilizan la expulsión de ilegales (17.000 en 2023, frente a 323.000 nuevos permisos de residencia), así como el reconocimiento de los ilegales que trabajen en sectores con escasez de mano de obra.

¿Es un varapalo a Macron? En parte sí, pues su ley ha sido mutilada. Pero lo que el CC se carga no es lo suyo, sino los añadidos de los republicanos. Macron pierde, pero gana: pasa lo que proponía y, para frenar a Le Pen, podrá decir que se controlará más la inmigración. Los que salen peor parados son la derecha y Le Pen, que ya exigen revisar la Constitución. O un referéndum sobre inmigración. Para ellos Francia no puede seguir admitiendo 300.000 emigrantes al año y acumulando ilegales. Pero ¿podría Francia subsistir sin ellos? Y expulsar ilegales es tan fácil de exigir como difícil de ejecutar. Meloni y Sunak sudan para despacharlos a Albania o Ruanda.

El Consejo Constitucional censura el 40% de la ley de emigración, pero mantiene los artículos del texto de Macron respecto a la expulsión de emigrantes ilegales y sobre su admisión cuando trabajan en sectores con escasez de mano de obra

A Macron le urge frenar a Marine Le Pen en las europeas de junio para que no gane las presidenciales de 2027, cuando él ya no podrá volver a presentarse por tercera vez. En 2017, un Macron optimista ganó las presidenciales defendiendo “al mismo tiempo” lo mejor de la izquierda y lo mejor de la derecha. Contra la vieja derecha y el declinante socialismo de Hollande. Ahora, un Macron baqueteado por las muchas protestas contra sus reformas busca sobrevivir en una Francia -y un mundo- más convulso, sintonizando con un electorado que quiere más orden y seguridad. ¿Gira a la derecha? Quizás. Lo seguro es que surfea sobre una fuerte ola de desconfianza en los partidos de gobierno para frenar a Marine Le Pen.

Macron debe seguir siendo centrista, liberal o social-liberal, pero realmente se ha convertido en un surfista que lucha por no ser engullido por una ola potente y creciente. Trump asoma otra vez.

¡Ah! España y Catalunya también acusan el golpe. Pese a que el Gobierno oculte, o informe poco -mucho menos que el francés- sobre el número de emigrantes e ilegales expulsados.

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