Oriente Medio
Jesús A. Núñez Villaverde

Jesús A. Núñez Villaverde

Codirector del Instituto de Estudios sobre Conflictos y Acción Humanitaria (IECAH).

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Los hutís al servicio de su causa (y la de Irán)

Actualmente, EEUU está actuando en tres países (Siria, Irak y Yemen) y no tiene un claro plan de salida; por el contrario, se está empantanando aún más

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Protesta en la capital de Yemen, Saná, contra la designación de los hutíes como organización terrorista por parte de EEUU, este viernes.

Protesta en la capital de Yemen, Saná, contra la designación de los hutíes como organización terrorista por parte de EEUU, este viernes. / YAHYA ARHAB / EFE

Uno de los peones que Irán maneja con la intención de promover su aspiración de liderazgo y frenar a sus diversos antagonistas regionales es la milicia hutí Ansar Allah, que desde hace ya nueve años viene desarrollando una revuelta en toda regla contra el Gobierno central de Yemen, liderado solo formalmente por Abdo Rabu Mansur Hadi. En todo caso, sería exagerado considerar que las huestes de Abdelmalik al Houthi siguen al pie de la letra las directrices que marca Teherán, aunque es bien sabido que reciben financiación y armas iranís. Así, un día se muestran sensibles al interés iraní por desbaratar la normalización de relaciones entre Israel y Arabia Saudí, lanzando ataques contra objetivos saudís y contra buques que atraviesan Bab el Mandeb, pero al otro deciden contravenir las indicaciones de su principal aliado.

Hoy, sin cejar en su empeño de dominar Yemen, enfrentados a una coalición militar liderada por Riad que respalda al muy debilitado gobierno de Al Hadi, los hutís han decidido ir más allá, implicándose en la guerra de Gaza. Con el supuesto argumento de defender la causa palestina empezaron el pasado 17 de octubre a atacar barcos ligados de algún modo a Israel, aunque desde enero ya son varios los de bandera estadounidense que han estado en su punto de mira. Esto ha provocado, primero, la puesta en marcha de la operación Guardián de la Prosperidad y, desde el pasado día 11, la de la operación Arquero de Poseidón. Mientras que la primera, desde el 18 de noviembre, implica a una veintena de países, con EEUU a la cabeza, dedicados a neutralizar los misiles y drones lanzados por los hutís contra buques en tránsito, la segunda solo cuenta con Washington y Londres (con respaldo de Australia, Bahréin, Canadá y Países Bajos). El matiz diferencial es que, en este último caso, se realizan ataques dentro del territorio yemení controlado por Ansar Allah, batiendo sus centros de mando, bases de lanzamiento, polvorines y sistemas de radar. En resumen, supone implicarse sin remedio en la guerra interna yemení, tomando inevitablemente partido a favor de Riad y sus aliados.

Para EEUU no parece esta la mejor manera de atender a sus intereses por desmarcarse de los conflictos en la región. De hecho, actualmente está actuando militarmente en tres países (Siria, Irak y Yemen) y basta con recordar las declaraciones de Joe Biden -reconociendo que los bombardeos contra objetivos hutís no sirven para disuadirles de atacar buques, pero van a continuar- para concluir que Washington no tiene un claro plan de salida y, por el contrario, se está empantanando aún más. Es obvio que, con la experiencia acumulada tras años de guerra, Ansar Allah no va a abandonar su actitud agresiva por recibir unos cuantos golpes que no van a destruir todo su potencial de combate; menos aún cuando siente que Arabia Saudí está buscando desesperadamente una salida negociada tras convencerse de la imposibilidad de derrotar a los hutís en el campo de batalla. Por su parte, Irán -que ha desplegado el destructor Alborz en aguas del mar Rojo- tampoco va a dejar de apoyar a un peón que -junto a Hizbulá, Hamás y las milicias que mantiene en Siria e Irak- le sirven como importantes elementos de presión para defenderse.

En definitiva, no parece esta, desde luego, la mejor manera de desescalar el conflicto regional, tal como proclama Estados Unidos, a la espera de que también la Unión Europea ponga en marcha su propia misión naval en la zona (de la que España se ha autoexcluido).

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