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El catalán y (no solo) los jóvenes

Por primera vez, se registra un retroceso del uso de la lengua entre alumnos de entorno catalanohablante

La presión del grupo acorrala el uso del catalán entre los jóvenes: "Lo más importante para un adolescente en seguir la norma, y la norma es el castellano"

Un grupo de adolescentes, en el instituto. 

Un grupo de adolescentes, en el instituto.  / Anna Mas

En la historia moderna de la lengua catalana se han sucedido innumerables pruebas. Su exclusión, relegación, desprestigio o prohibición en contextos públicos o oficiales o la más o menos lenta integración lingüística, según el contexto social y político que encontraban a su llegada, de las sucesivas aportaciones de nuevos catalanes que han mantenido pujante la demografía del país desde hace ya varios siglos. Pero en todos los casos, la deserción lingüística de los catalanohablantes ha quedado a lo sumo restringida a sectores sociales restringidos, y en cambio los recién llegados han acabado sumándose plenamente a la sociedad catalana, incluyendo su lengua. Esto ha sido así gracias a que la transmisión intergeneracional nunca se ha interrumpido o retrocedido y a la voluntad de evitar la creación de comunidades segregadas por motivo de lengua

Como en tantos otros aspectos, Catalunya se encuentra en el siglo XXI ante un nuevo paradigma. La Enquesta a la Joventut de Catalunya de 2022 y un estudio sobre los escolares de cuarto de ESO del Consell Superior d’Avaluació del Sistema Educatiu de 2021 apuntan, por primera vez con datos objetivos, a un retroceso del uso del catalán entre alumnos de entorno familiar catalanohablante y a la consolidación del castellano como lengua franca de intercomunicación ya no entre dos colectivos lingüísticos, sino para una población juvenil multicultural. 

La situación es ahora distinta, más próxima a la vivida en otras regiones del dominio lingüístico en que la lengua está en situación más frágil, y las soluciones, para quienes creemos en la validez del modelo de convivencia lingüística y en que el mantenimiento de la vitalidad del catalán es tanto un derecho como una riqueza, han de ser distintas. Y entre las estrategias a utilizar ya no basta la militancia político-cultural, la escuela como instrumento o que el dominio del catalán brinde mejores expectativas de integración laboral o social. Entender los mecanismos de la mentalidad de los más jóvenes pasa a ser tan importante o más. Una psicología en que la aceptación entre iguales es más importante que la aprobación de los mayores, de instituciones como la familia o la escuela. Y hoy y aquí, en este campo el castellano está en ventaja.

El catalán no es una lengua en peligro próximo de extinción. Pero ya no parece un horizonte tan descabellado que para muchos (desde quienes la ven como una lengua extraña hasta quienes optan por un blindaje resistencial) pueda llegar a ser el idioma de comunicación interna de una comunidad lingüística estanca. Eso significaría también a largo plazo el final del catalán. Y a corto, de Catalunya como la hemos entendido. Su futuro se juega en que la lengua siga siendo un punto de encuentro entre diferentes, en el que (y eso es algo que no han querido ver los más reticentes al modelo lingüístico de la escuela catalana) garantizar el conocimiento universal de catalán y castellano no es una imposición sino la condición para que todos podrán expresarse en su lengua sin hacer que el otro desista de la suya. Y para que quieran hacerlo, más allá de la promoción de modelos de referencia atractivos en catalán (en las redes o nuevos medios o las distintas formas de ocio), todos tenemos la responsabilidad de ofrecer un modelo de convivencia y respeto mutuo. De la lengua, de las lenguas, como punto de encuentro e intercambio.