Distopía apocalíptica

Dejar el mundo (tecnológico) atrás

La película de Sam Esmail y la novela de Rumaan Alam en que está basada ilustran nuestra fe ciega en la tecnología y la absoluta indefensión en la que nos encontramos cuando falla

Una nueva versión del apocalipsis irrumpe en la película 'Dejar el mundo atrás'

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Mahershala Ali, Myha'la Herrold, Julia Roberts y Ethan Hawke, en 'Dejar el mundo atrás'.

Mahershala Ali, Myha'la Herrold, Julia Roberts y Ethan Hawke, en 'Dejar el mundo atrás'. / Netflix

Elena Neira

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El pasado 8 de diciembre Netflix estrenó 'Dejar el mundo atrás', una película dirigida por Sam Esmail ('Mr. Robot', 'Homecoming') y protagonizada por Julia Roberts, Ethan Hawke y Mahershala Ali. La cinta adapta la novela homónima de Rumaan Alam (Salamandra) y, a pesar de haber sido escrita antes de la pandemia, resulta poderosamente profética. La premisa es sencilla. Una familia de Brooklyn decide alquilar una casa de lujo en una zona remota de Long Island. Quieren tomarse un descanso de su ajetreada vida en la ciudad, desconectar de los problemas del trabajo y pasar algo de tiempo de calidad con sus hijos adolescentes. Pero lo que prometía ser un fin de semana tranquilo se ve interrumpido de manera abrupta cuando dos personas de raza negra (padre e hija en la película, marido y mujer en la novela) llaman a la puerta de la casa en plena madrugada. Dicen ser los propietarios y, entre disculpas, explican que se han presentado allí buscando un lugar seguro. El motivo: un apagón repentino que ha sumido Nueva York en el caos. Nadie sabe a ciencia cierta qué está pasando. A partir de ahí ambas familias, presas del miedo, la desconfianza mutua y la intranquilidad, tratan de darle sentido a lo que está ocurriendo. 

Las historias que ponen el foco en los instantes siguientes al colapso de la sociedad se han puesto muy de moda. Estas distopías apocalípticas han encontrado tras la pandemia a un público ávido, que ve en ellas una suerte de catarsis a los problemas que pesan sobre la sociedad actual. También son, en la práctica, un excelente ejercicio para saber qué hacer (y qué no) cuando llegue la próxima gran crisis. Si 'No mires arriba' ('Don't look up', Adam McKay) recurría a la sátira para explicar el fin del planeta en medio del cachondeo y despreocupación más absoluta, 'Dejar el mundo atrás' opta por un ejercicio más intimista, que coloca al espectador en una situación de idéntica ignorancia a la de los protagonistas e invita a pensar qué haría uno si estuviese en su pellejo. 

Personalmente y como fan devota del género, la novela y la película me han interesado por razones que van más allá de lo puramente artístico. Me gusta la forma en que la historia ilustra las que, con toda seguridad, serán nuestras principales debilidades si un hecho de estas características llega a producirse. En primer lugar, nuestra fe ciega en la tecnología y la absoluta indefensión en la que nos encontramos cuando falla. Y, de otro lado, cómo esa confianza tecnológica resulta ser directamente proporcional a la desconfianza que tenemos hacia la gente extraña. 

Ninguno de nosotros tardaría en entrar en modo pánico si una catástrofe hiciese que la vida, tal y como la conocemos, se derrumbase, en especial si a la crisis siguiese una suerte de silencio tecnológico y una ausencia total de conectividad. Sin una pantalla en la que buscar respuestas y encontrar soluciones comprobaríamos la extraordinaria debilidad en el que nos ha colocado el progreso tecnológico. Sí, sin duda ha puesto en nuestras manos un océano de conocimiento, pero también ha limitado nuestra creatividad a la hora de buscar alternativas, la curiosidad por encontrar soluciones o el deseo mismo de ser autosuficientes

La historia de 'Dejar el mundo atrás' también resulta interesante en otro aspecto: el del recelo generalizado hacia la gente que nos rodea. Nuestro acentuado individualismo hace que demos más crédito a lo que nos dice una pantalla que a lo que venga de boca de un igual al que no conocemos. El instinto de protección no parece aflojar ante los mensajes de Whatsapp que convierten las conjeturas en hechos. Eso nos lo creemos a pies juntillas. Sin embargo, muchas veces nos resulta difícil ver más allá de una raza, un atuendo o una manera de comportarse. 

Internet se ha convertido en un caldo de cultivo ideal para la paranoia, y, al mismo tiempo, lo necesitamos para mantener nuestros miedos bajo control. 'Dejar el mundo atrás' ofrece una de esas historias sobre las consecuencias de nuestro encierro en la cueva digital. Personalmente me he tomado la historia como un cuento aleccionador. Desde hace días no dejo de pensar si no sería bueno que yo misma dejase el mundo tecnológico atrás… al menos un poco.

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