Debate político
Pilar Rahola

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Periodista y escritora

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Pedro Sánchez: la estafa

Desde que el presidente del Gobierno hizo la espantada y se fue cinco días de ejercicios espirituales, era previsible que se tratara de una gran tomadura de pelo

Consulta el texto completo del discurso de Pedro Sánchez en el que anuncia que no dimite

Pedro Sánchez concederá a TVE su primera entrevista tras su decisión de no dimitir: horario y dónde verla en televisión

Leonard Beard

Leonard Beard / MONCLOA

"¿Habrías preferido que dimitiera?" Esta reacción de sus acólitos, cuando se expresa la sensación de estafa que provocan los shows de Pedro Sánchez, es una trampa indecente. No se trata de tener una mirada maniquea de la realidad, con el mundo dividido entre el 'salvador' Sánchez o la perdición absoluta, al estilo del lema de aquella campaña del PSC que decía 'si tú no vas, ellos vuelven'. El recurso del miedo a la derecha perversa ha sido muy usado por los socialistas, si bien no han tenido ningún problema en aliarse con ella cada vez que había que frenar las aspiraciones catalanas. Pero, esta vez, el espectáculo ha sido tan histriónico que ha superado todas las expectativas. Simple y llanamente, lo que muchos habríamos preferido no es que dimitiera Sánchez, sino que no hiciera un simulacro tosco y chapucero, arrasando con todo, desde los sentimientos hasta el juego de la política.

De hecho, desde que hizo la espantada y se fue cinco días de ejercicios espirituales, era previsible que se tratara de una gran tomadura de pelo. El personaje lo hacía temer, no en vano Sánchez es el líder político que menos complejos tiene a la hora de incumplir promesas, desdecirse de sus convicciones y cambiar el relato en función de su supervivencia. Pero lo que era más difícil de imaginar era hasta dónde llegaría en su proceso de martirologio y santificación, y el resultado es una suma de despropósitos: los cinco días de desaparición, convirtiendo a la ciudadanía en rehén de sus dudas; los 'happenings' de apoyo incondicional, como si fuera el presidente de una república bananera; la corte de tertulianos haciéndole el réquiem previo, con el corazón encogido; el montaje de la visita al Rey; el uso del CIS para beneficio propio; y, en el 'summum' del exceso autarca, la entrevista en TVE en plena campaña electoral. Es un abuso reiterado de las instituciones y una estafa a los ciudadanos.

A todo ello hay que añadir el daño que ha hecho a la campaña electoral catalana, a la que ha partido por enmedio sin ningún respeto. Ya veremos si la maniobra ayuda al candidato Illa, o si los días que faltan harán más evidente el fraude de la operación, pero lo que es inequívoco es que ha jugado con los intereses de los catalanes sin ningún escrúpulo.

Lo peor es que el motivo teórico de este ardid es importante. Es cierto que la política española está sometida a un juego sucio permanente, es cierto que las 'fakes' contra políticos triunfan más allá de toda medida, y es cierto que existe un problema grave con la justicia patriótica que intenta modificar, vía togas, la vida política. También es cierto que Sánchez ha sufrido muchas embestidas, pero a partir de aquí se acaba la certeza, porque ni es cierto que sea una novedad en democracia, ni lo es que él haya sufrido como nadie. Al contrario, hay que recordar que el uso persistente del 'lawfare' y las 'fake news', con altavoces mediáticos hinchando las mentiras, han sido el pan de cada día de los líderes independentistas, y durante el 'procés' el PSOE lo ha aplaudido y se ha aprovechado. De hecho, con la misma derecha y ultraderecha que ahora le repugnan tanto, ha acordado la represión contra el 'procés' catalán, ha firmado el acuerdo del 155, ha bendecido sentencias delirantes, ha callado ante la Operación Cataluña, y con ella ha votado en Europa contra los líderes catalanes.

Que ahora aparezca como mártir quién hasta hace dos días festejaba con los verdugos es bastante cínico. Y la deshumanización brutal que ha sufrido Puigdemont -y su mujer-, por poner el ejemplo más encarnizado, la ha perpetrado la gente del PSOE sin manías. Desde Catalunya lo habíamos dicho muchas veces, "primero seremos nosotros, pero después seréis vosotros", porque cuando se destruyen derechos, primero empiezan con unos y después vienen los otros. Pero mientras los Vox, Manos Limpias, PP, etcétera eran útiles para frenar a Catalunya, la alegría socialista era completa.

Por eso todo este circo es muy penoso. Primero, porque huele a estafa por todos lados; segundo, porque rebaja la política al maniqueísmo y al populismo más abyectos; tercero, porque intenta alterar nuestras elecciones sin ningún respeto por los intereses catalanes; y cuarto, porque denunciar las mentiras y el 'lawfare' no se puede hacer montando otra gran mentira. Quizás el amigo Tezanos le dirá hoy que le ha salido bien la jugada, pero es de corto vuelo: a todos los malabaristas, al final, se les caen los platos chinos.