La espiral de la libreta
Olga Merino

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Periodista y escritora

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Cuatro apuntes sobre el suspense

Pedro Sánchez sopesa su continuidad. Cinco días de paréntesis. Un recurso narrativo clásico, el ‘cliffhanger’ («colgado del acantilado»), mientras se tejen y destejen preguntas  

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez y su mujer, Begoña Gómez, en una imagen de archivo

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez y su mujer, Begoña Gómez, en una imagen de archivo / EFE/ Sergio Pérez

Esta sí que nadie se la esperaba; lo de Pedro Sánchez, me refiero. Como una cohorte de Penélopes, la ciudadanía teje y desteje columnas, debates y conjeturas tras el ‘shock’, a la espera de lo que pueda anunciar el lunes. El presidente está sopesando su continuidad. Para cuando el mensaje que contiene esta botella haya alcanzado alguna playa desierta, ya se habrán desovillado todas las madejas posibles: las razones políticas y emocionales; la eventual estrategia; el argumento sobre el ‘lawfare’ y el ventilador de la mierda; el aroma plebiscitario de la carta; las consecuencias de una moción de confianza; o las cuestiones a resolver pendientes desde la transición. Pero lo que pretenden estas líneas es permanecer en el interregno de la espera, en el paréntesis de los cinco días para reflexionar.

Las dilaciones, la expectación ansiosa y las incógnitas suben la tensión al más pintado. Las notas de fin de curso. Los currículos echados al viento, a ver qué pasa. Una regla con retraso y el resultado del Predictor. El sorteo del Gordo de Navidad. Esos novios, que tardan en llamar. El veredicto de un jurado. Un diagnóstico médico. El lento transcurso de los días hasta la firma del divorcio. La declaración de renta. Esperas todas ellas que matan, aun cuando las novelas de aventuras, de detectives y los ‘thrillers’ siguen gozando de gran predicamento.

¿Qué pasará? ¿Sobrevivirá el héroe, y en tal caso, cómo? Cineastas y novelistas ‘secuestran’ el interés del público, mantienen tirante la cuerda, formulando preguntas y retrasando en lo posible las respuestas hasta el desenlace. Interrogaciones referidas a la causalidad (¿por qué?, ¿quién lo hizo?) o bien de orden temporal (¿qué sucederá ahora?). En inglés se conoce como ‘cliffhanger’ el recurso narrativo de dejar una escena o un capítulo interrumpidos en un punto crítico, con el protagonista en una situación extrema, para enganchar al espectador. El término significa «colgado de un precipicio», y tiene su origen en una novela de Thomas Hardy, ‘Unos ojos azules’ (1873), en que el escritor victoriano, al final de una entrega, decidió dejar a uno de sus personajes literalmente aferrado con los dedos al borde de un acantilado. Patricia Highsmith sabía muy bien que para «espesar» un argumento conviene crearle complicaciones al héroe o quizás a sus enemigos.

Pero Alfred Hitchcock, otro gran maestro del suspense, empleaba a veces un procedimiento que en Hollywood llaman ‘red herring’ (el arenque rojo), consistente en soltar el sedal de un pista falsa para que el giro del guion resulte más contundente. Como en ‘Psicosis’. El espectador cree que el asunto va de la fuga de Janet Leigh con el dinero robado en su oficina, sin imaginar ni por asomo lo que le espera en el motel de Norman Bates, una vez estalla la tormenta. Eso es lo que está sucediendo: la búsqueda del arenque rojo, la falacia lógica, la supuesta maniobra del gran estratega. Pero me temo que esta vez se está escribiendo en serio una novela que empieza por la frase ¿merece la pena todo esto? 

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