Año nuevo
Ana Bernal-Triviño

Ana Bernal-Triviño

Profesora de la UOC y periodista.

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31 de diciembre: apocalipsis

Apena pensar que llegará 2024 y hay cosas que no cambian, que seguirán y no se sabe ni cuándo ni cómo acabarán

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La violencia de género se cobra la vida de una mujer cada 7,5 días

Nostradamus, un referente mundial de la adivinación.

Nostradamus, un referente mundial de la adivinación. / Pixabay

En momentos puntuales de la historia, sobre todo en periodos donde la ciencia no era la protagonista, las supersticiones y profecías ante el final del año eran habituales. El miedo se colaba entre ideas de catástrofes que llegaron, en algunos momentos, incluso a pensar en el fin del mundo, en el apocalipsis. 

Ahora, en 2023, por estas fechas incluso aún se publican las profecías de Nostradamus como una información extra o curiosa, aunque hay quien lo lee con mayor creencia. Junto a todo esto, recordaba cuando de pequeña tenía en mis manos aquellos libros con dibujos que se aventuraban en sugerir cómo iba a ser vivir en el año 2000, donde aparecíamos casi con ropa de astronautas o en naves voladoras. 

Estamos ya a las puertas de 2024 y al final hay algo que une tanto a Nostradamus como a aquellas visiones de futuro tecnológico. Y es que, por mucho que se avanzara en el tiempo, no se iba a progresar tanto en el pensamiento, que siempre puede dar pasos hacia atrás. La prueba de que el ser humano es el único animal que tropieza dos, tres, cuatro… y no sé cuántas veces más, con la misma piedra. 

No vamos en naves espaciales ni pensamos que nos llegue el fin del mundo, pero leemos esas profecías de Nostradamus. Quizás pueden parecernos exageraciones que no pertenecen a nuestras vidas, pero si se levanta la mirada quizás no hace falta ni imaginar esos relatos, sino asumir que parte de lo que sucede a nuestro alrededor tiene algo de apocalipsis en lo que muchas personas viven hoy en día. Esa destrucción total en conflictos armados, en sequías, en catástrofes o en el odio como pensamiento.

Apena pensar que llegará 2024 y hay cosas que no cambian, que seguirán y no se sabe ni cuándo ni cómo acabarán. Que llega 2024 y hablaremos de Palestina e Israel, de esos niños y niñas sin futuro, de Afganistán o Ucrania, de un verano insoportable de calor, de cortes de agua ante la sequía, de más víctimas de violencia de género, de futuras pandemias, de discursos de odio…

Un año más seguiremos hablando de los errores que cometemos. A la vez que habrá gente que se irrite, cada vez más, por escuchar sobre feminismo, del cambio climático, de ciencia… porque viven en una realidad negacionista. Nos creemos los más avanzados del mundo y algunos siguen en pensamientos del medievo. 

Acaba un año y veremos los anuarios de noticias. Que, al final, son anuarios de nosotros, retratos de nuestra sociedad. Quizás también es momento de hacer anuarios personales de lo que hemos hecho o no. A veces, enroscarse en una posición no es por mantenerte solo en una situación privilegiada, sino que nace del desprecio y la deshumanización actual. Pasan los años y algunos apocalipsis están tras las puertas de una casa, en un campo de refugiados o en una idea que nos quite avances poco a poco. Quizás Nostradamus sabía eso de que el tiempo pasa pero no la mala gente ni ese ser humano, tan imbécil, que acaba por destruirse a sí mismo. Quizás, como deseo a 2024, solo valga pedir que la vida no nos sea indiferente. 

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