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Josep Maria Fonalleras
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Javier Cercas: un hombre sabio y honorable

Aquel escritor vitalista se ha convertido en un personaje agrio. No ha dejado de practicar un estilo que le hace inconfundible, pero ha sido devorado por todos aquellos deberes morales que reciben críticas, sí, pero también muchos aplausos ideológicos

A Cercas se le rompió el amor

Javier Cercas

Javier Cercas / JOSE LUIS ROCA

Javier Cercas es sabio y honorable y alguien debería preguntarle por qué perpetra las acciones que, como articulista, protagoniza. Podríamos llegar a la conclusión, y no sería descabellada, que su vertiente como periodista responde a una especie de imperativo moral: ante la injusticia y la brutalidad, como él mismo afirma, “no te puedes encoger de hombros, eso sería letal”. Mientras que el novelista puede ser "ambiguo e irónico" y puede navegar en la paradoja y la estupefacción, el articulista necesita "certezas inevitables". En su propia teoría, porque si algo tiene Cercas es que conoce la tradición y las diversas formas de entender la literatura, el creador de ficciones cuestiona, con la duda, la seguridad del cronista y este, a su vez, infunde al novelista determinadas convicciones que en modo alguno deberían provocar la tentación de la pedagogía o la propaganda. “Son dos personajes distintos que conviven en la misma persona”. Y esa persona es honorable y sabia. Honorable, porque ha construido su imaginario con elevadas dosis de conciencia ciudadana. De hecho, él solo, se ha erigido en una voz que proclama no una verdad, sino lo que todos los demás deberíamos entender como 'la' verdad. Una de las recopilaciones de sus artículos se titula: 'La verdad de Agamenón', y en el epígrafe inicial podemos leer una cita de Antonio Machado: “La verdad es la verdad, dígala Agamenón o su porquero”. De alguna forma, su actividad pública como columnista se basa en esta contundencia. Y, como es lógico, en atención a una actitud que algunos podrían calificar de altiva, las críticas a las columnas de Cercas son demoledoras. Las últimas, a raíz de un escrito sobre la amnistía y sobre lo que él considera una traición del PSOE. “Tenemos una clase política cínica, irresponsable y envenenada por el poder. Hemos tocado fondo”, ha escrito. Antón Losada le reprochaba que es él, el Cercas sabio y honorable, quien ha tocado fondo, porque descalifica, con un tono arrogante y soberbio, a todos aquellos que no están de acuerdo con sus planteamientos.

La trayectoria de Cercas es, de hecho, un proceso en el que los dos personajes se han ido intercambiando los roles de forma continuada hasta que se han confundido. El novelista, cada vez más, ha derivado hacia un moralista y el periodista ha jugado con frecuencia con la ficción, como en aquellos primigenios 'Relatos reales' que fueron el origen de 'Soldados de Salamina'. La cuestión es que, con el paso del tiempo, tengo la sensación de que en la ceremonia de la confusión se ha impuesto el que sentencia sobre el que debe combinar los tonos de los grises. Todo ha acabado en una sola cosa: una apuesta por el blanco o negro.

Él, que es sabio y honorable, y es sabio porque antes de escribir (aquellas primeras delicias, por ejemplo, de 'El móvil' o 'El inquilino') conocía con detalle las estrategias y maniobras narrativas, sabrá por qué perpetra las acciones que generan tanta animadversión. ¿Es ese imperativo moral contra el que no se puede luchar? ¿Es una magnificación del deber de decir la verdad, la suya, empujado por una especie de obligación patriótica de larga tradición en este país? No sé. Lo que sí pienso es que el Cercas que vivió una infancia plácida en una familia acomodada (el padre, funcionario del Ministerio de Agricultura y con otras ocupaciones diversas como veterinario), una juventud intensa en las pistas de tenis de la Hípica de Girona, una incipiente madurez que le llevó a deslumbrar a los alumnos de Filología y que, en los años 90 del siglo pasado, se convirtió en una fiesta continua, con facetas que ahora no puedo contar, aquel Cercas con amigos que ahora ya no lo son (por circunstancias diversas), con el cabello desgarbado y un talante acelerado y nervioso, arrebatado y excesivo, ya no existe.

Aquel Cercas vitalista se ha convertido en un personaje agrio. No ha dejado de practicar un estilo que le hace inconfundible, construido a base de una conjura de repeticiones y de juegos lingüísticos, y no ha dejado de pensar que lo único que vale la pena de verdad es la literatura, con una enorme capacidad de trabajo y de concentración, pero ha sido devorado por todos aquellos deberes morales que reciben críticas, sí, pero también muchos aplausos ideológicos. La honorabilidad ha derivado en una ética mezquina, y la sabiduría se ha puesto al servicio de oscuras maniobras intelectuales. Pero Cercas es sabio y honorable. Esto hace ya muchos siglos que lo dijo, hablando de otro, Marco Antonio.

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