ASUNTOS PROPIOS

Frida Cartas, activista LGTBI: "Mi padre me decía que no comería 'hasta que fuera un hombre'"

En el libro 'Transporte a la infancia', narra su victoria frente al odio y la crueldad estructural

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¿Cómo queda el texto de la 'ley trans' que se ha aprobado?

Frida Cartas

Frida Cartas / Jordi Otix

Núria Navarro

Núria Navarro

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Este es un cuento (trans) de Navidad. Lo protagoniza una mujer que nació en un cuerpo equivocado. Su padre –militar– y el contexto –una colonia pobrísima de Mazatlán (México), territorio del narco– le procuraron todas las violencias. Contra todo pronóstico, Frida Cartas rompió el círculo del oprobio, logró ser quien quería y hoy, a los 44 años, es un referente de las familias de infancias trans de su país. Invita a viajar en su intimidad en 'Transporte a la infancia' (Almadia).

La crueldad empezó en casa.

El terror emocional y las violencias verbales de mi padre abrieron heridas que nunca cerraron. Muchos años después, con ayuda de terapia, recordé, por ejemplo, que puso un candado en la nevera. "No vas a comer hasta que seas un hombre", decía. Fue mi madre quien, sin saberlo, traspasó la línea del cuidado y protegió mi mundo.

"'No vas a comer hasta que seas un hombre', decía mi padre"

En casa. Fuera, los niños le prendieron fuego por «marica», un adulto abusó...

Era un espacio al que pertenecía, pero del que quería huir a cada segundo. Mis dos hermanas entraron en la adolescencia antes y yo vivía con ilusión cuál iba a ser mi momento de tener novio. Pese a que no tendría coqueteos con chicos sino agresiones, mantenía la idea de que algo bonito me pasaría alguna vez. Me aferré a una intuición mágica que venía de las mujeres de mi familia, que también fueron muy azotadas, y hui. 

¿En la ciudad encontró acomodo seguro?

Mi abuela materna, que yo visité cuando tenía yo 8 años, tomó mi cara y me marcó el destino: "Ay hijo, eres tan delicado, vas a sufrir mucho, porque eres pobre". En Ciudad de México, antes que discriminarme por trans, me discriminaron por ser pobre. De los 120 millones de habitantes, casi 80 viven en el umbral de la pobreza, que no es solo carencia de alimento en el estómago, es indigencia emocional, impotencia. La desigualdad estructural divide a las personas no por el sexo, sino por quién tiene las condiciones para pagar la vida y quién no.

"Antes que discriminarme por trans, me discriminaron por ser pobre"

Pudo ilustrarse.

Fui la primera de la familia en llegar a la universidad, pero nuevamente tuve la intuición de que los conocimientos científicos no son mejores que los del barrio, los de la señora que vende tamales en la calle. No le doy la razón de manera ciega a la Academia.

¿En qué momento sintió que había llegado a ser quien quería?

No fue hasta los 33 años. Me casé a los 24 y durante 10 nos leyeron como a una pareja gay. Casi una década después, él, que yo consideraba mi refugio, se fue. No pudo con mi feminidad, no solo física, sino también discursiva, de la que yo empecé a apropiarme. Se dio cuenta de que yo era una mujer.

"Mi marido no pudo con mi feminidad, no solo física, sino también discursiva, de la que empecé a apropiarme"

Y usted, también.

Por eso digo que ahí me autoparí. Entre los costes que me traería ser mujer, uno fue perder el amor de las pocas personas que había alrededor, pero gané en poder regresar al pasado, como en una máquina del tiempo, para coger de la mano a la niña que lloraba y no dormía, y decirle: "Este es nuestro pastel y nos lo vamos a comer juntas".

Me da que no es ese el final feliz.

No. Al llamarme Frida las violencias no cesaron. Pasé del "cállate, pareces una niña" al "cállate, eres mujer, no sabes nada". Y empecé a vivir el acoso sexual. Una vez más, mi mamá tuvo la sabiduría de preguntarme: "Hija, ¿no hubiese sido mejor quedarte como el chico gay que eras?". ¡No supe qué responder! Sufro agresiones todos los días. En la calle. En el espacio laboral.

"Pasé del 'cállate, pareces una niña' al 'cállate, eres mujer, no sabes nada'"

Solo le faltaba el feminismo transexcluyente.

Lo que antes parecía un espacio seguro, no lo es. En algún momento el feminismo tampoco quiso a las lesbianas, porque consideraban que no eran mujeres. Pero tengo esperanza. Necesitamos conversar las diferencias fuera de lo mediático, escucharnos más desde las resistencias de calle y llegar a acuerdos ya no para ser las mejores amigas, sino para entender la diversidad fuera de la categoría de lo sexual. La diversidad, que se encuentra en la naturaleza, es la palabra clave.

¿Teme que los derechos adquiridos vayan para atrás?

Yo digo a quienes lo intenten: "Si todo lo que tienen para tratar de borrarnos son las palabras, vayan sacando las balas, porque solo matándonos van a conseguir que desaparezcamos". Como ve, he perdido el miedo, y la vergüenza también.

"Solo matándonos van a conseguir que desaparezcamos"

¿Y ha ganado...?

Hace cuatro años me casé con un hombre que tiene un hijo, Luca, a quien cuido como me habría gustado que me cuidaran a mí, en un contexto en el que hay más risas que llanto.

¿Es el que se ha instalado en su vida?

Ante las cenizas de mi padre, que nunca quiso conocerme como Frida, le dije: "Si hay una forma de resarcir tanto daño, ayuda a que mi libro se difunda". Y al mes de publicarse, la respuesta de gente dispuesta a construir infancias mentalmente sanas ha sido increíble. Ha tratado de enmendar, mi padre.

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