Superliga, la bacanal del fútbol
Albert Sáez
Director de EL PERIÓDICO
Soy periodista. Ahora en EL PERIÓDICO. También doy clases en la Facultat de Comunicació Blanquerna de la Universitat Ramon Llull.
Albert Sáez
Dos de los cuatro clubs de fútbol que en España no son sociedades anónimas deportivas, el Real Madrid y el FC Barcelona, lideran la propuesta de crear una competición a nivel continental que sustituya a la actual Champions, o la desplace a un segundo plano, con el modelo de gestión de la NBA. Franquicias que se compran y se venden y que convierten en acciones mercantiles las pasiones de los aficionados. Es una paradoja que los que conservan el modelo más tradicional de gestión, un club de socios sin ánimo de lucro, lideren la mayor operación de mercantilización del deporte de las últimas décadas. Si uno mira sus cuentas de resultados, en las que las ventas encubiertas del patrimonio de los socios se disfrazan de palancas financieras, se da cuenta de que en realidad estamos ante una huida adelante para saltarse en paso intermedio de convertirse en una sociedad anónima deportiva controlada por la Liga de Javier Tebas y pasar directamente a cotizar en la bolsa tapando los desajustes de la gestión económica de las últimas décadas. Todo muy propio de la frialdad estratégica de Florentino Pérez y la fogosidad táctica de Joan Laporta.
La Superliga que ahora renace judicialmente se parece cada vez más a las bacanales que se popularizaron en los años de decadencia del Imperio Romano. Comer pasó de ser la mera satisfacción de una necesidad a convertirse en un placer que, llevado al extremo por un exceso de opulencia, acababa provocando la muerte por empacho. Si miramos la enfermería del Real Madrid a estas alturas de las competiciones o la desidia denunciada por Xavi en el banquillo del Barça, veremos a las víctimas de una gran bouffe a las que se obliga a vomitar para seguir comiendo ante millones de espectadores. El proyecto de la Superliga -que tiene la ventaja de saltarse a ese mundo de las federaciones, la UEFA y la FIFA que hemos descubierto tras el caso Rubiales- no es más que el último paso del fútbol del siglo XX antes de convertirlo en los Globetrotters.
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