Arteria de Barcelona

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Passeig de Gràcia, el centro del centro

Bulevar de compras y lugar de grandes convocatorias, el Passeig de Gràcia vive un nuevo florecimiento en su segundo centenario

Passeig de Gràcia, una ciudad de 601 habitantes

Un monumento de papel rinde homenaje al paseo de Gràcia en su bicentenario

El paseo de Gràcia, visto desde los Jardinets

El paseo de Gràcia, visto desde los Jardinets / Elisenda Pons

En los años 20 del siglo XIX, el eje natural del llano de Barcelona empezó a ser urbanizado. El camino que unía el portal del Àngel de la Barcelona amurallada con la vecina Gràcia se convirtió en un espacio recreativo de mar a montaña. Y cuando Ildefons Cerdà dibujó su Eixample, convirtiendo en una malla cuadriculada y regular un paisaje de huertos, caminos y rieras, hizo una excepción y reconoció la evidencia: sobre su plano, ese paseo se convirtió en una vía de ancho excepcional, de mar a montaña, destinada a relevar a la plaza del Palau, el paseo de mar o las Ramblas como centro de gravedad de la ciudad del futuro.

Durante los dos siglos que ahora conmemora la ciudad, en una celebración a la que este sábado se suma EL PERIÓDICO con una edición especial, el Passeig de Gràcia ha tenido fases embrionarias, cuando las edificaciones del Eixample empezaron a levantarse aquí y allá. Otras esplendorosas, como cuando se convirtió en el espacio de encuentro de una burguesía que exhibió su pujanza con el modernismo. Algunas grises, como la que la llenó de establecimientos bancarios. Y con el paréntesis del parón pandémico, en el siglo XXI ha vivido de nuevo otro tiempo de florecimiento que una larga conmemoración de su segundo centenario quiere exhibir. Ya no residencial, pero sí comercial, y como espacio de grandes convocatorias ciudadanas. 

La Barcelona que ha hecho de su atractivo turístico una de sus fuentes de prosperidad y empleo ha contado con el Passeig de Gràcia como su bulevar de compras de lujo, un elemento con el que cuentan todas las grandes capitales que aspiran a captar visitantes de alto poder adquisitivo. Como lo son los hoteles y espacios de restauración que se han ido estableciendo. Pero a diferencia de otras vías similares en otros lugares del mundo, el paseo barcelonés mantiene una diversidad de oferta comercial y restauración para todos los públicos. 

Cuando el debate sobre la transformación del Eixample bascula entre los proyectos de conversión de parte de su malla viaria en espacios peatonales o la defensa de la vigencia de su condición de arterias de tránsito, sobre el Passeig de Gràcia no hay discusión. Sus amplias aceras, su calzada central por la que cruzan las principales arterias del centro, por las que cada vez más deberán circular transportes colectivos y vehículos eléctricos, y la densidad de enlaces con la red de transporte público de superficie y subterráneo metropolitanos lo convierten en un ejemplo de multimodalidad, y en la puerta de entrada a todo el Eixample.

El Passeig de Gràcia no se ha convertido en un espacio exclusivo, aislado de su entorno. Es un escenario de movilizaciones en las que Barcelona expresa sus inquietudes. Y nada lo muestra mejor que lo sucedido en los últimos tres años, cuando se ha convertido en una solución ejemplar para un Sant Jordi que empezaba a sufrir problemas de saturación en sus tradicionales espacios. Con piezas claves en la oferta cultural de la ciudad como La Pedrera, la Casa Batlló y el Palau Robert, los 23 de Abril el Passeig de Gràcia muestra toda su capacidad de convertirse en la verdadera calle mayor de Barcelona. El centro del centro.