Crisis hídrica
La verdadera ilusión de una pista de hielo
Los nuevos inviernos de sequía invitan a reimaginar los espacios de diversión y a construir nuevas tradiciones.
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Patinador en pista de hielo / Kelli McClintock | unsplash
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Carol Álvarez
Subdirectora de El Periódico
Subdirectora de El Periódico. Cultura, tendencias sociales y Barcelona.
Newsletter semanal 'Con Letra de Mujer', que reúne temas de actualidad y ocio con mirada femenina.
En la ciudad norteamericana de Washington tienen entre sus atracciones la pista de hielo del Sculpture Garden, que abre sus puertas desde el pasado 20 de noviembre hasta marzo, y donde los aficionados al patinaje pueden acudir siempre y cuando las condiciones climatológicas lo permitan.La crisis climática también azota la ciudad, y eso hace que haya días que el termómetro se encarame a los 19 grados, pero por lo demás ya hace un tiempo que viven en torno a los diez. Aún así, en las recomendaciones que emite la National Gallery of Art, la institución de la que depende la pista, animan a los potenciales visitantes a consultar por teléfono antes de apuntarse a clases para patinar o simplemente ir a pasar un rato.
En un invierno cálido como el mediterráneo abren las puertas este mes de diciembre varias pistas de hielo en municipios como Sant Feliu de Llobregat, pero también en la misma ciudad de Barcelona, en puntos tan insólitos como el recinto del Hospital de Sant Pau o el Moll de la Fusta. Las empresas que hay detrás de los negocios y los ayuntamientos que contratan el servicio insisten en su sostenibilidad, creen que es reversible el daño ambiental de las emisiones contaminantes que generan o el importante consumo energético que comportan, en electricidad y sobre todo agua, pero una oleada de indignación, protestas y conciencia crítica ya han tomado partido en la polémica y han echado atrás proyectos similares en otras ciudades.
¿Qué hay de sostenible en intentar una quimera, un divertimento pretendidamente de temporada, que emula otros tiempos y otras culturas? La sequía aprieta en pleno invierno, y cuando hay restricciones en vigor y planes para endurecer las condiciones de excepcionalidad del consumo de agua, los números que mueven estos negocios por muy ilusionantes que sean deben sacudir el orden de las prioridades, hacerlas cambiar. Así pasó con la transformación de los circos, donde ya no se usan animales.
Las pistas de hielo en el mediterráneo son tan exóticas como invasoras, y así como tratamos las plantas que se cuelan en nuestro ecosistema con riesgo para la preservación del conjunto, así se ha de valorar y actuar ante una costumbre que ha calado entre nosotros como Halloween, de tanto verla en el cine de Hollywood. Hay culturas de quita y pon, que son modas circunstanciales, y quien apela a la ilusión para mantener nuevas tradiciones debe saber que son justo eso, ilusión: igual que está puede desaparecer para construir imaginativamente otra atracción festiva más acorde con la realidad de nuestros tiempos de crisis hídrica.
El cambio climático y la respuesta decidida a los retos que presenta ya nos ha privado del uso a discreción del musgo o el acebo, que no se pueden coger del bosque bajo riesgo de una importante multa. Nos ha hecho proteger nuestros bosques ante la tala indiscriminada de árboles para adornar nuestra Navidad, nos ha impulsado a usar luces led para contaminar menos. Toca un paso decidido para regular otros desfases allá donde el sentido común aún no alcanza.
Mientras, otros museos del mundo como el de Historia Natural de Londres han decidido clausurar su pista de hielo, tras 16 años de éxito. La dirección del museo ha renovado la ilusión del espacio y ha optado por una nueva senda, que busca dedicar el espacio a la adaptación de un proyecto urbanístico natural, que acoja flora y fauna y que naturalice la ciudad como pulmón verde protector del ecosistema. El frío invernal ya no es tan acusado, y ¿quién dijo que no se pueden cambiar tradiciones festivas del invierno, ahora que el agua es tan escasa?
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