La tribuna

Republicanos y comuns, mucho trabajo por compartir

A las dos formaciones les corresponde la tarea de superar los titubeos del PSC y de Junts e impedir el retorno a las aguas encharcadas de la sociovergencia

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republicanos web / Leonard Beard

Joan Tardà

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Del Sánchez que pretendía pactar con Rivera para hacer viable una gobernabilidad socialdemócrata ponderada por el liberalismo y lanzar a la papelera la tradicional dependencia socialista de nacionalistas e independentistas de todas las periferias al de 2023 solo han transcurrido siete años. Toda una era, políticamente. No es que ahora se haya firmado otro Pacto de San Sebastián, como el que sirvió para derribar a la monarquía, pero lo que hay no es poco. No falta nadie. Como entonces, que por estar también aparecieron exministros de Alfonso XIII. Efectivamente, es la primera vez que la investidura de un candidato socialista ha contado con el apoyo de nacionalistas, independentistas, poscomunistas y regionalistas de todo tipo porque ni Felipe González había tenido siempre el voto favorable de IU ni Zapatero contó en 2004 con el apoyo de CiU. Si añadimos que es inédito que no acabe gobernando el partido más votado, que venimos de unos años donde se visualizaron como nunca las incapacidades del sistema para dar respuesta a retos políticos sin tener que recurrir a la violencia institucional y que la derecha afrontará los nuevos tiempos haciendo bandera del pasado, es muy plausible calificar los acuerdos firmados de trascendentales.

Por todo ello, vale la pena poner en valor la labor realizada por el republicanismo catalán y por los partidos situados a la izquierda del PSOE a la hora de haberlos hecho posible. No es casual que hayan sido Esquerra Republicana, Sumar, Podemos y Comuns los encargados de asumir el rol de la liebre en las carreras de galgos. Unos respecto al independentismo, otros asumiendo la parte alícuota que les correspondía en el otro ámbito. Como tampoco tiene nada de extraño que todos ellos representen las corrientes de pensamiento político más críticas con los déficits de la Transición y quienes, a pesar de las endémicas divisiones, hayan sido capaces de mantener luchas compartidas a las que aferrarse en caso de tormenta: republicanismo, laicidad, nuevos derechos de ciudadanía, autodeterminación de los pueblos, redistribución de la riqueza a través de la preeminencia de las estructuras públicas, etc. Un éxito de acuerdo con el PSOE, pues, que les sitúa, a todos ellos, y también al resto de firmantes, dentro de la misma trainera, como expresó el máximo dirigente jeltzale Ortuzar.

Cruzado el puente de la amnistía, el PSOE ya no podrá echarse atrás. La orilla abandonada ha sido ocupada por una derecha encendida como nunca de venganza y convencida de que se está en el inicio de una etapa que, sin caídas de régimen ni momentos históricos estelares, puede ir desmantelándole progresivamente el 'statu quo' que le otorgaba preeminencia en su relación con el poder y en la formulación del relato nacional español. De igual modo, se abre una oportunidad para que el independentismo conquiste un escenario para la consecución de sus objetivos más adecuado a la forma de ser y de hacer de una ciudadanía catalana que, hoy por hoy, rehúye aceleraciones.

Las reflexiones sobre el pasado favorecen interpretaciones correctas de la presente realidad. De ahí que ahora convenga recordar una elaborada desde la izquierda cuando, en 2010, la derecha catalanista recuperó el poder a través de Artur Mas con la ayuda de Rodríguez Zapatero, el dirigente que se cuidó de apuñalar políticamente a Pasqual Maragall e intentó que José Montilla no alcanzara la presidencia. Entonces, se concluyó que durante los siete años de gobiernos PSC-ERC-ICV, las tres fuerzas políticas, más allá de la estricta gestión gubernamental, habían cometido el error de no fomentar un orgullo colectivo sobre el profundo significado de aquel 'compromesso storico'. Valga como ejemplo que no consta la celebración de ningún acto de masas compartido para que las bases socialistas, republicanas y comunistas pudieran ofrecerse a sí mismas la autoestima por lo que se estaba haciendo u homenajear a sus gobernantes. Al final, retornó el mundo convergente y las izquierdas quedaron acomplejadas, como avergonzadas de sí mismas. Los socialistas catalanes, desnudados por el PSOE, los republicanos, por CiU.

Habría que tener presente aquel hecho ante este nuevo escenario de efectos evidentes para Catalunya. Que Comuns y ERC lo tengan presente. A ellos corresponde saber aprovecharlo y construir con hechos un nuevo relato que pueda interpelar al universo de las izquierdas catalanas desde el anhelo de una excelencia democrática suficiente como para hacer realidad más justicia social y la oportunidad dar la voz al pueblo, para que pueda decidir cuál debe ser la articulación con el Estado español. No solo se juegan superar los titubeos del PSC y de Junts e impedir el retorno a las aguas encharcadas de la sociovergencia, sino sobre todo hacer realidad, más temprano que tarde, una izquierda nacional catalana, plural, que se aleje de la atomización y del partidismo sectario.

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