Pactos de investidura
Ernest Folch

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Editor y periodista

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La obra maestra de Pedro Sánchez

Estamos ante la mayor obra de ingeniería política de la democracia, un engranaje maravilloso que ha terminado encajando gracias a la vaselina de la histeria de la extrema derecha

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Pedro Sánchez antes de la firma de acuerdo de investidura con el PNV

Pedro Sánchez antes de la firma de acuerdo de investidura con el PNV / JOSÉ LUIS ROCA

Si la política es el arte de conseguir acuerdos, Pedro Sánchez se acaba de graduar con una insuperable exhibición: ha sido capaz de sellar la madre de todos los pactos, un triple salto mortal sin precedentes, en el que lo inverosímil ha vuelto a suceder. El mismo que logró desafiar, y ganar, al aparato de su propio partido tras una épica travesía del desierto, el mismo que logró los apoyos para una imposible moción de censura, y que sobrevivió a una pandemia con la primera coalición de izquierdas de España, consiguió, una vez más, salvar el pellejo político en las elecciones del 23J en que se le daba muerto tras su propio y casi suicida avance electoral.

Pero le quedaba todavía lo más difícil: atraer en un mismo acuerdo a fuerzas antagónicas con el pegamento de la controvertida pero necesaria amnistía. Fue, paso por paso, quemando etapas y levantando este precioso edificio de acuerdos impensables. Neutralizó primero cualquier opción de Feijóo de formar gobierno, dejó sin efecto los salvajes ataques internos de Felipe González y Guerra, y luego fue sumando partidos, algunos a sus antípodas, siempre dejando a sus socios un reguero de división, el bisturí mortal y preciso con el que ha logrado pasar siempre a la siguiente pantalla.

Acordó el pacto con Sumar, que ahondó su división con Podemos. Pactó con Esquerra, y se abrió un frente con el resto del independentismo, y repartió a partes iguales entre PNV y Bildu sabiendo de su rivalidad a las puertas de sus elecciones. Quedaba el pacto a priori imposible con Junts, que se desencalló gracias a una maravillosa obra de la literatura política, que es a la vez uno y su contrario, el acuerdo en el desacuerdo, en un ejercicio de antagonismo hegeliano convertido a la vez en una sutil pista de aterrizaje para Puigdemont y otra de despegue para Sánchez. En la última curva ni siquiera ha podido resistirse Coalición Canaria, como si el artista necesitara todavía de esta última pirueta artística para culminar su obra maestra.

Para encajar las piezas de este fabuloso engranaje era necesaria la imprescindible vaselina: despertar la ira de la derecha y la extrema derecha. Y así ha sido: la histeria incontrolada, al límite de la patología clínica, desatada en el tridente político, mediático y judicial madrileño ha resultado ser el empujón necesario y definitivo. Todas estas manifestaciones frikis y franquistas a la puerta de Ferraz, o las proclamas de Ayuso gritando "¡es una dictadura!" son en realidad el homenaje soñado a este acuerdo inaudito. Y es que estamos ante la mayor obra de ingeniería política de la historia de la democracia española, el primer intento serio de empezar a caminar en la dirección de esta entelequia conocida hasta hoy como España plural.

Dejen de leer cada letra del acuerdo: lo mejor del pacto es el pacto en sí mismo. Cierto, y como dice el artífice de la obra, "se ha hecho de la necesidad virtud". Pues claro que sí. Los que se rasgan las vestiduras, ¿de qué creían que va la política? Se terminaron las purezas y los bloques y se inicia una nueva era de lidiar a diario con las discrepancias. Este pacto pretendidamente dictatorial y que acabará, nos gritan, con el Estado de derecho, resulta que suma 179 diputados contra 171. Pura y maravillosa aritmética democrática. Este Feijóo convertido en un activista que por fin ha entendido que perdió las elecciones, los fascistas de la calle o el enloquecido CGPJ que se quita la careta juzgando un texto que no ha leído, deberían aprender a sumar antes de seguir haciendo el ridículo. Rabien lo que quieran y felices cuatro años de oposición: una vez más, Pedro Sánchez lo ha vuelto a hacer.

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