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Los retos de la amnistía para el PP y el PSOE

El presidente en funciones, Pedro Sánchez, y el líder del PP, Alberto Núñez Feijóo en su encuentro.

El presidente en funciones, Pedro Sánchez, y el líder del PP, Alberto Núñez Feijóo en su encuentro. / EFE

Albert Sáez

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España vive una guerra cultural de pacotilla. La versión hispánica de la polarización acaba teniendo más tintes del Tenorio que de una confrontación entre liberales e iliberales como la que se vive en algunos países. Vociferar, dramatizar, cosificar son técnicas propias de todo populismo, sea aparentemente de derechas o de izquierdas. El mundo no se ha acabado para el 75% de la población española que vive en territorios donde Vox administra el 1,8% de los presupuestos públicos. Y el mundo no se acabará si Sánchez se llega a investir y se aprueba una ley de amnistía. El PSOE no la proponía igual que el PP balear no defendía el segregacionismo lingüístico. Permitan un paréntesis: es ridículo que partidos, periodistas y empresarios nos pasemos el día pidiendo pactos por encima de partidismos y luego machaquemos a los que pactan.

Pactar es bueno. Pero hay buenos pactos y malos pactos. Si repasan los acuerdos entre PP y Vox verán que los hay buenos, malos y regulares, en función de la correlación de fuerzas y de la habilidad de cada uno. A mucha gente les sorprende que PP y PSOE puedan pactar con todos menos entre ellos. Cuando además gobiernan juntos en la UE donde se decide el precio de nuestro dinero o de nuestra electricidad. El PSOE aspira a cerrar un buen pacto confiado que con la amnistía pasará como con los indultos, el aborto o el Estatut del 2006. La oposición hará un monólogo del Tenorio, pero el tema se deglutirá en el medio plazo y no pasará factura. El PP, en cambio, aspira a que el asunto se convierta en una suerte de “mochila de Vallecas”, la presunta conexión del 11-M con ETA que alimentaron durante años los mismos medios y los mismos juzgados que ahora ya se movilizan contra la amnistía. El que acierte en el juicio, se llevará el gato al agua. Solo un apunte, la polarización cañí aspira a que los ciudadanos apoyen a un bloque sin razonar, por el mero hecho de alejarse del otro. Está por demostrar que eso funcione. 

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