Los retos de la amnistía para el PP y el PSOE
Albert Sáez
Director de EL PERIÓDICO
Soy periodista. Ahora en EL PERIÓDICO. También doy clases en la Facultat de Comunicació Blanquerna de la Universitat Ramon Llull.
España vive una guerra cultural de pacotilla. La versión hispánica de la polarización acaba teniendo más tintes del Tenorio que de una confrontación entre liberales e iliberales como la que se vive en algunos países. Vociferar, dramatizar, cosificar son técnicas propias de todo populismo, sea aparentemente de derechas o de izquierdas. El mundo no se ha acabado para el 75% de la población española que vive en territorios donde Vox administra el 1,8% de los presupuestos públicos. Y el mundo no se acabará si Sánchez se llega a investir y se aprueba una ley de amnistía. El PSOE no la proponía igual que el PP balear no defendía el segregacionismo lingüístico. Permitan un paréntesis: es ridículo que partidos, periodistas y empresarios nos pasemos el día pidiendo pactos por encima de partidismos y luego machaquemos a los que pactan.
Pactar es bueno. Pero hay buenos pactos y malos pactos. Si repasan los acuerdos entre PP y Vox verán que los hay buenos, malos y regulares, en función de la correlación de fuerzas y de la habilidad de cada uno. A mucha gente les sorprende que PP y PSOE puedan pactar con todos menos entre ellos. Cuando además gobiernan juntos en la UE donde se decide el precio de nuestro dinero o de nuestra electricidad. El PSOE aspira a cerrar un buen pacto confiado que con la amnistía pasará como con los indultos, el aborto o el Estatut del 2006. La oposición hará un monólogo del Tenorio, pero el tema se deglutirá en el medio plazo y no pasará factura. El PP, en cambio, aspira a que el asunto se convierta en una suerte de “mochila de Vallecas”, la presunta conexión del 11-M con ETA que alimentaron durante años los mismos medios y los mismos juzgados que ahora ya se movilizan contra la amnistía. El que acierte en el juicio, se llevará el gato al agua. Solo un apunte, la polarización cañí aspira a que los ciudadanos apoyen a un bloque sin razonar, por el mero hecho de alejarse del otro. Está por demostrar que eso funcione.
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