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Comunicación en tiempos de guerra

Edificios destruidos por un bombardeo del Ejército de Israel contra el campamento de refugiados de Yabalia, el más grande en la Franja de Gaza

Edificios destruidos por un bombardeo del Ejército de Israel contra el campamento de refugiados de Yabalia, el más grande en la Franja de Gaza / Fadi Wael Alwhidi/dpa

Erika Casajoana
Marta Royo Espinet
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La semana pasada hablé con mi amiga jurista Erika Casajoana, sobre Israel y Palestina: de la inmensa tristeza e impotencia que nos provoca, pero también de cómo se enfocan las noticias durante un conflicto bélico. Y escribimos un artículo a cuatro manos.

Vamos allá. El conflicto nos golpea e interpela como sociedad. Querríamos dejar claro que se pueden defender los dos bandos, desde la empatía, la compasión y el respeto por los valores universales de los derechos fundamentales, por la vida y por la dignidad de las personas. Siempre en consonancia con el derecho internacional humanitario. Nuestra reflexión quiere centrarse en la importancia de la objetividad al informar.

El 7 de octubre, Israel sufrió el día más trágico de su historia, un verdadero pogromo en pleno siglo XXI y en su territorio. Un estado que fue fundado tras la Segunda Guerra Mundial para ofrecer un lugar seguro a los judíos y evitar que fueran masacrados solo por su condición religiosa. Además de los 1.400 asesinatos en un día, y miles de heridos, aún hay más de 200 secuestrados en Gaza, desde donde se siguen lanzando cohetes indiscriminadamente, además de las consecuencias devastadoras para Palestina y su población civil.

A nuestro modo de entender, el objetivo de Hamás en Gaza y de Hezbolá en el Líbano y en Irán no es liberar Palestina, ni darle un estado, sino destuir Israel. No es anticolonialismo, sino islamismo totalitario.

Hay que entender que pedir un alto el fuego también puede ser percibido como una amenaza para Israel. Gaza es una dictadura de Hamás desde 2007, y el régimen islamista del hablamos usa a su población civil de escudo humano. Hay escenas desgarradoras de niños palestinos bajo las ruinas, fruto de la revancha del primer ministro israelí Netanyahu y su gobierno con la ultraderecha, que actúa de manera excesiva y brutal. Se han mostrado imágenes horrorosas de víctimas judías y palestinas, de Israel y de Gaza, y ya son un instrumento más de guerra, una herramienta más de propaganda política.

Si la Primera Guerra Mundial ya fue un laboratorio dantesco en el que se gestaron diversas formas de entender la violencia, la comunicación y la verdad, hoy, en el siglo XXI, las guerras aún son un escenario donde las verdades para uno se convierten en mentiras para el otro. O son percibidas de manera diferente.

Las democracias, por definición, deben respetar el estado de derecho. Por lo tanto, Netanyahu no tiene justificación para bloquear los suministros básicos de agua, alimentos y medicinas a más de un millón de desplazados en Gaza. Israel también usa a los civiles palestinos como rehenes. Cualquier estado tiene derecho a defenderse, incluido Israel, pero cumpliendo el derecho internacional.

Manipulación informativa

Una guerra se desarrolla en un ambiente de extrema rivalidad y abona el terreno para la manipulación informativa. Titulares sesgados; imágenes tendenciosas; verdades para unos, mentiras para otros, y una moral dudosa que exalta las propias gestas y ridiculiza las del enemigo. Una guerra provoca muchas pérdidas, tanto humanas como materiales; muchos traumas; destrucción, y odio, incluso para el ganador.

La comunicación belicista se recrea con la violencia y hace de un acontecimiento doloroso un espectáculo. Los medios muestran imágenes de guerra como una película de terror o una diversión, pero este horror no es ficticio. La información debe ser respetuosa con quien sufre y con el público.

Durante la guerra, y en tiempos de paz (pero con menos énfasis), se producen dos actos comunicativos básicos: informar y persuadir. No son excluyentes, pero tienen finalidades diferentes. En un contexto de guerra, es importante diferenciar entre la información (el número de víctimas civiles en Gaza sigue creciendo) y la propaganda (los terroristas palestinos usan a civiles como escudos humanos para provocar una reacción violenta de Israel). Lo primero proporciona información neutra, sin tomar partido ni valorar las causas. La segunda, en cambio, usa el término "terroristas palestinos" y "escudos humanos" para presentar una visión que puede ser considerada partidista, haciendo una acusación sin proporcionar un análisis objetivo o una evidencia.

El objetivo de la información es que la gente se entere de lo que sucede describiendo hechos, datos, cifras objetivas. Utiliza fuentes autorizadas. En la medida de lo posible, mantiene lo que se llama objetividad, presentando los sucesos como ocurren, sin sesgos ni comentarios tendenciosos.

En cambio, la propaganda intenta influir en las opiniones a favor de uno de los bandos, defendiendo una posición parcial y atacando al otro. Es ideológica e ignora principios éticos para convencer con argumentos. Se basa en impresionar, si es necesario, con imágenes, para provocar y manipular emociones. Las redes sociales son unos canales excelentes para la propaganda.

Hay que tener mucho cuidado con la información de estos días. Tenemos que filtrarla con crítica. Las guerras no se resuelven solo con buenos y malos. Debemos ser críticos en la interpretación de la información que recibimos. Queridos lectores, aquí la reflexión final: ojalá que todo conflicto social, incluida una guerra, se resolviera con negociaciones y no con armas. Porque, tarde o temprano, los enemigos tendrán que sentarse a hablar y negociar.

Gracias, Erika, por ayudarme a reflexionar y a escribir este artículo.

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