Paradoja informativa
Miqui Otero

Miqui Otero

Escritor

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Chandler de 'Friends' en Gaza

Nadie dice que los que le tenían cariño al personaje sean insensibles a un genocidio. Pero es inevitable señalar el duelo hiperbólico por el actor, teniendo en cuenta el infierno de 2,3 millones de personas en Gaza

Adiós a Matthew Perry, el corazón neurótico de 'Friends'

Israel. Origen y evolución del país de la paz imposible

Matthew Perry

Matthew Perry

Las portadas de todos los diarios del lunes coincidían en enfocar dos hechos. Por un lado, los 450 objetivos militares atacados por Israel en un solo día. Por el otro, la muerte del actor Matthew Perry. 

Durante el día antes, se perfilaban dos tipos de lamento en la red social X. Muchos compartían su pena y perplejidad por la muerte del tipo que encarnó a Chandler Bing en la serie 'Friends'. Otros mostraban su ya no perplejidad, sino cabreo, por el recrudecimiento del ataque israelí en Gaza. Para entendernos, algunos se mostraban consternados por el prematuro fallecimiento de un actor, carismático y con severos problemas de adicciones, y otros se centraban en los 3.200 niños palestinos que Netanyahu se ha cargado, hasta por los casi 31.000 bebés que estarían en peligro inminente. 

Obviamente, nadie dice que los que le tenían cariño a Chandler sean insensibles a un genocidio. Pero era inevitable (la lógica del 'scroll' en redes y en prensa une aún más hechos dispares y les da la misma jerarquía) señalar el duelo hiperbólico por el primero, teniendo en cuenta el infierno de 2,3 millones de personas sometidas a un asedio brutal. Así que también surgieron los usuarios de X que subrayaron precisamente esto: ¿era lícito dedicar tantos tuits a una sola persona, o a un personaje, cuando están falleciendo tantísimos seres humanos?

Dijo Oscar Wilde que ni siquiera la muerte de un familiar le había provocado tanta tristeza como la de Lucien, el protagonista de 'Las ilusiones perdidas', la novela de Balzac. Lloramos a quien nos hizo más tolerable la vida, o a quien nos ayudó a entenderla, y eso, a menudo, lo logran los personajes de ficción. Hay quien afirma que respeta más a los perros que a los humanos. Y, desde luego, quien tiene más cariño a personajes que a personas.

Indefensión aprendida

Sin embargo, eso no es suficiente para entender este duelo centrado en una persona mientras se comete un genocidio. Para empezar, el ataque de Israel se alarga con noticias cada vez más tenebrosas, y cuando alguien ya ha expresado su rabia se puede plantear hasta qué punto tiene sentido comentarlo, si no está en su mano ayudar a que no suceda. Es algo parecido al 'principio de indefensión aprendida', un concepto de la psicología por el cual alguien no reacciona ante un problema o una injusticia porque cree (a veces, erróneamente) que no puede ayudar a mitigarlo o combatirla. 

La indefensión aprendida puede tener que ver con otro fenómeno, el de 'fatiga de la compasión', si cabe más peligroso. Ante el bombardeo de atrocidades, y la certeza de no poder hacer nada por detenerlo, o no nos conmueve o, si lo hace, lo hace mucho, hasta el punto de bloquear nuestro comentario.

Un ejemplo de todo esto podría ser ese instante en que decides no enviar al contenedor verde una botella de vino, un tarro de garbanzos, una copa rota. Sea por pereza o por convicción, razonas que ese gesto no frenará el cambio climático. De hecho, más allá de los negacionistas climáticos están los nihilistas climáticos, que han concluido hace tiempo que es demasiado tarde para detener el calentamiento global, así que no hacen nada porque no hay nada que hacer.

A veces, este enroque se ve saboteado por una imagen que desata la empatía. En la crisis de los refugiados de 2015 fallecieron 4.000 personas, pero la gente reaccionó momentáneamente cuando vio el cadáver en la costa turca de Aylan, un niño de tres años con camiseta roja, porque, se decía, "podría haber sido tu hijo o tu sobrino, con esa ropa". 

Hasta en Sarajevo se celebraban concursos de mises y el otro día jugó contra el Barça un equipo ucraniano. Es decir, una guerra no detiene el mundo, como una muerte, por cercana que sea, no para en seco la vida de quien queda aquí. Pero hay una fina línea entre esa especie de indefensión aprendida y el olvido interesado o el desinterés estratégico o la burbuja frívola. Dicen que las guerras no se acaban, sino que la gente se olvida de contarlas. Así que estaría bien que Gaza no desapareciera, por poco que podamos hacer a título individual, de las conversaciones, de los 'timelines', de los textos. Aunque luego comentemos, a renglón seguido, qué pena la desaparición de ese actor de vida difícil, cuyo encantador personaje más célebre, por cierto, se presentaba así: "Hola, soy Chandler y hago bromas cuando no me siento cómodo".

Suscríbete para seguir leyendo