Acto solemne
Álex Sàlmon

Álex Sàlmon

Periodista. Director del suplemento 'Abril' de Prensa Ibérica.

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Leonor es institución

Los aplausos tras la jura de la Constitución han sido largos. Casi eternos. La Princesa de Asturias tiene que comenzar a interiorizar que un rey o una reina no son personas nominales

La princesa Leonor jura "cumplir y hacer cumplir la Constitución" en el Congreso

Leonor jura la Constitución en su 18 cumpleaños

Leonor jura la Constitución en su 18 cumpleaños

Leonor jura la Constitución en su 18 cumpleaños / SUSANA VERA / REUTERS

Debe ser frustrante en esta sociedad del hiperyó que toda una Cámara de representantes políticos de elección democrática te aplaudan durante unos cuántos minutos y sea a la institución y no a tu persona.

Leonor es, antes que Leonor, una institución. Los aplausos en el Congreso no estaban dirigidos a los méritos o a las heroicas acciones de esta joven mujer del siglo XXI. No. Simplemente, era una ovación a la institución del Estado que representa. Tampoco tiene, de momento, que demostrar nada. Es el rol de la institución, o sea de la Corona en este caso, a quien se le rinde homenaje. Lo importante es la imagen que irradia por el solo hecho de significar algo que la sociedad considera considerarla. Y no es un juego de palabras.

En Francia, cuando el presidente Macron ofrece una rueda de prensa en solitario para las ocasiones importantes, todos los periodistas se levantan de sus asientos en señal de respeto a la institución. No se levantan por Macron individuo. Es el presidente de la República Francesa, y solo eso es. Es el sentido institucional de la ocasión el que obliga o invita a los asistentes a levantarse, no el individuo.

Los aplausos tras la jura de la Constitución han sido largos. Llamativamente largos. Casi eternos. En ese momento, la Princesa de Asturias no sabía muy bien qué hacer. Fue el Rey quien parecía pedirle alguna sonrisa o agradecimiento. Y es normal. Leonor tiene que comenzar a interiorizar, asumir, entender que un rey o una reina no son personas nominales. Más bien todo lo contrario. Debe existir abnegación para aceptar el tremendo marrón que le ha caído encima. Después de la difícil tarea de estar siempre en su sitio, se le irá dándole el valor que se podrá merecer. Pero, de entrada, solo es parte de la institución que soporta esta monarquía parlamentaria. 

Si preguntamos a los chicos de su edad si se cambiarían, si querrían ser princesas, no de cuento, sino de una estructura democrática, todos dicen que no. ¡Por algo será! No fiestas, no escapadas, no locuras, no pasar desapercibida, pero sí muchos apretones de manos.

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