Celebraciones pospandemia
Carles Francino

Carles Francino

Periodista

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¡Vivan los novios!

Es posible que el paso por ese agujero negro nos haya dejado como herencia unas ganas feroces de disfrutar de los buenos momentos

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Boda.

Boda.

 "He visto cosas que no creeríais". Debe ser que me hago mayor, pero la reflexión del replicante de 'Blade runner' me asaltó la otra tarde en plena celebración porque no daba crédito. El novio, manteado; la novia, también; e izados ambos, sin poder levantarse de la silla, por un ejército de voluntarios como si fueran pasos de Semana Santa. Igual que varias mesas. Alguno de los suegros, pese a estar entrado en años, tampoco se libró de cumplir –aunque de forma involuntaria– el sueño de volar. Y antes incluso de terminar la comida, con servilletas al viento y corbatas reconvertidas en cintas del pelo, el exceso de entusiasmo ya había dejado KO a algunos –y algunas– comensales

Hace años que no asistía a una boda. La última había sido antes de la pandemia y es posible que el paso por ese agujero negro del que, afortunadamente, ya hemos salido nos haya dejado como herencia unas ganas feroces de disfrutar de los buenos momentos. Es verdad que ese día eran mayoría los treintañeros y eso suma mucho a la causa del despelote, pero tampoco advertí grandes diferencias entre las otras franjas de edad, ni por arriba ni por abajo.

Tocaba emborracharse de felicidad y eso no se negocia. 'Carpe diem'. Me pareció un milagro que durante más de 10 horas se esfumaran, como por arte de magia, los elementos de esa bronca perpetua en la que nos estamos acostumbrando a vivir. Llegué a pensar que estas bodas 2.0, transmitidas casi en directo por Instagram, ejercen una especie de hechizo para reconciliarnos con lo mejor de la vida. Pero ya se sabe que la alegría dura poco en casa del pobre, en este caso del ingenuo.

Cuando aún me recuperaba de la sobredosis de fiesta, alguien me contó que en otra boda –esta por la iglesia–, a 600 kilómetros de distancia, había sonado el himno nacional durante la comunión; y que uno de los testigos –también treintañero– pidió a Dios, desde el púlpito, que nos proteja de los enemigos de España. O sea que la magia no es igual en todas partes, va por barrios. Pero como contra gustos no hay disputa, que cada cual se case o se descase como le salga del bolo. ¡Vivan los novios!

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