Añoranza de matices

Depende

Me habría encantado un debate sobre la amnistía que invitara a hablar, a escucharse, a entrar en detalles sobre los motivos

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Debate

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Joan Roca Sagarra

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Depende. ¿De qué depende? Depende…

No quiero con este artículo rendir homenaje a Jarabe de Palo, que tanto nos marcó a mi generación con sus canciones y su manera de ver siempre la parte positiva de las cosas, sino de rendir homenaje a aquellas épocas en las que los debates no se acababan en pocos minutos porque empezaban –ante cualquier pregunta inicial– con la respuesta habitual del "depende", que invitaba a saber más y a profundizar sobre el tema del debate.

Parecería que, como estamos en época de incertidumbres, queramos sustituirlas por respuestas contundentes a las incógnitas que nos depara el futuro. Y así nos privamos de poder comentar, debatir, entrar en el detalle de aquello que nos angustia. ¡No fuera caso que hablando, encontráramos la solución entre todos!

Estamos en plena época de múltiples transiciones que galopan unas sobre las otras. Una transición geopolítica que descubre un mundo que puede acabar siendo multipolar; una transición demográfica pendiente de la superpoblación del planeta y que está íntimamente ligada con una transición aún más preocupante vinculada al cambio climático; la transición energética, que tiene que conducir a la generación de energías no-fósiles, pese a que aún no se sabe cuál será el escenario ganador entre las diferentes fuentes de energía renovable; la transición económica hacia nuevos modelos de creación de riqueza, que comporta nuevos modelos de convivencia que, a la vez, también transitan hacia una nueva sociedad de la que aún no sabemos de qué nuevo contrato social habrá que dotarla.

Y todo esto marcado por una transición tecnológica hacia un mundo plenamente digital donde la gran inquietud ha despertado este año con la primera comercialización de nuevas inteligencias artificiales. ¿Acabarán las nuevas formas de inteligencia supliendo a la de los humanos?, nos preguntamos con preocupación, surgiendo cada vez más voces autorizadas que claman por una regulación que limite su capacidad.

Y ante un escenario de cambios múltiples, de modelos que transitan y provocan transformaciones que eran impensables hace solo cinco o 10 años (¿quién recuerda las 'blackberries'? ¿quién podía pensar que los veleros volarían, haciendo realidad aquel precioso poema de Espronceda del 'velero bergantín'?) parece como si se hubiera apoderado de todos nosotros la necesidad de encontrar respuestas contundentes, rápidas, inapelables, incontestables. Todo tiene que ser resuelto con una eficiencia e inmediatez que nos obligan a rehuir la reflexión y el debate.

Lo confieso: añoro los "depende". Añoro los debates sobre cuestiones que me/nos preocupan. Añoro poder escuchar argumentos que quizás ya he oído anteriormente, pero solo en boca de quienes lo dicen en esta segunda ocasión porque me hacen pensar y recapacitar, revalorar los matices que aportan. Añoro las discusiones que profundizan sobre planteamientos que me preocupan.

Y confieso que esta añoranza deja el terreno de los sentimientos y la intelectualidad para entrar en el de la responsabilidad, cuando tocamos los ámbitos de la gestión del bien común, de lo que es de todos, de aquello que a todos nos debe permitir convivir en paz y libertad, cosa que solo puede funcionar desde el entendimiento y la comprensión de los otros. Cierto que en la historia se han intentado conseguir modelos sociales sin escuchar a los otros, pero entonces ya no son modelos en paz y libertad, sino desde el miedo y la presión.

Entre otros ejemplos de actualidad, reconozco que me habría encantado escuchar a unos y otras entrar en el debate de la amnistía desde un "depende", que invitara a hablar, a escucharse, a entrar en detalles sobre los motivos y los puntos pormenorizados sobre los que se querría fundamentar. Partir de posiciones inamovibles y prejuicios sobre realidades que cuesta entender y conocer no favorecen las decisiones acertadas, en ningún caso: ni en las empresas ni en las administraciones.

No dejemos que las incertidumbres (que quizás sí, son consecuencia de las múltiples transiciones que estamos viviendo a la vez) nos lleven a una falsa necesidad de concreción y contundencia. Las incertidumbres se combaten desde la comprensión y el esfuerzo de análisis sobre todas sus aristas. Y en una sociedad tan compleja como la nuestra esto solo se puede conseguir imaginando y construyendo una voluntad de entenderse que parta de un "depende", que invite a hablar y escuchar.