Una nueva revolución pedagógica
El reto es educar a una ciudadanía en diálogo con la tecnología, que sea capaz de discernir la realidad de la falsedad y la manipulación y que piense por sí misma
Emma Riverola
Escritora
Una sociedad hiperconectada salta de estímulo en estímulo mientras la atención se bate en retirada. El machismo se rearma ante el empuje feminista. La pornografía más dura se cuela en la mirada infantil. Crece la adicción al sexo entre adolescentes. La violencia machista encuentra nuevas formas de expresión en la red. La xenofobia se alimenta de los fracasos en la política de integración. La verdad y los hechos se cuestionan, prevalecen las creencias y se impone la polarización. Hay una erosión general de la expresión y comprensión lingüística…
En muchos aspectos, el mundo de hoy tiene poco que ver con el de hace veinte, treinta años. Los cambios se han producido y se siguen produciendo a una velocidad vertiginosa. Impactan en todo el conjunto de la sociedad, pero de un modo especial en los más pequeños. En un certero artículo en este diario, la escritora Care Santos urgía a los padres a “ponerse las pilas” y hablar de sexo con sus hijos. La exhortación es del todo pertinente, pero no basta. Porque los desafíos del mundo de hoy van más allá de la voluntad o capacidad de la mayoría de los padres.
La pedagogía nunca ha sido ajena a las evoluciones sociales. La Escola del Bosc (1914) bajo la dirección de Rosa Sensat o l’Escola del Mar (1922) con Pere Vergés fueron escuelas públicas, mixtas, laicas y en catalán impulsadas por el Ayuntamiento de Barcelona. La escuela unificada de la Segunda República (la llamada ‘república de los maestros’ por su esfuerzo en la educación) impulsó la educación pública, obligatoria, laica e igualitaria para erradicar el analfabetismo y el atraso secular del país. Todos estos proyectos, abiertos e inclusivos, supusieron una suerte de revolución educativa, un motor de cambio social indiscutible.
Aún no sabemos hacer la lectura completa del mundo de hoy, la evolución es demasiado rápida. Pero el modo de abordar al conocimiento tiene que ser distinto cuando, en unos segundos, la Inteligencia Artificial es capaz de ofrecer todo lo que se precisa.
El reto es educar a una ciudadanía en diálogo con la tecnología, que sea capaz de discernir la realidad de la falsedad y la manipulación, que piense por sí misma, que desarrolle la empatía y que tenga conciencia democrática. El desafío no puede abordarse desde los parches. Sobrecargar más las escuelas no es realista. Cabe convertirlas en la principal depositaria de todos los esfuerzos sociales, políticos y económicos. No solo para adaptarse a los nuevos desafíos, sino para modularlos a favor del conjunto de la sociedad.
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