Medicina con mirada de género

Auguste Deter y las mujeres que existen con Alzhéimer

El 50% de los casos leves de Alzheimer no están diagnosticados

El 50% de los casos leves de Alzheimer no están diagnosticados

Carol Álvarez

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El nombre de Auguste Deter puede no decirnos nada, pero si tiramos del hilo de su vida y muerte, allá a finales del siglo XIX, en Alemania, brilla con una luz especial. Su historia, la de una mujer joven enferma sin solución, con pérdidas de memoria y comportamientos erráticos que la hacían entrar y salir continuamente de sanatorios, documentó el primer caso de una demencia a la que puso nombre el doctor Alois Alzheimer, aunque nada pudo hacer por ella. Auguste, Deter era su apellido de casada, se convirtió en la fuente de conocimiento para desarrollar patrones de conducta, síntomas y respuestas neurológicas a partir de las que tratar la enfermedad descubierta. Pero tanto en la investigación desplegada en este terreno como en tantos otros, la perspectiva de género no solo se ha borrado, sino que se ha despreciado. Solo en los años recientes se han alzado voces y estudios que reclaman más atención por el impacto del género en la medicina, casualmente a medida que las mujeres han alcanzado el poder para impulsar políticas y estudios, protocolos y todo un abanico de formas de concienciación de esta realidad: hay un sesgo claro en los estudios y en los tratamientos, heredado de otras épocas pero resistente al cambio. 

Lo hemos denunciado infinitas veces con la falta de estudios, tratamientos y atención médica adecuada a las mujeres que sufren menopausia, dolores por la regla o la endometriosis. Toda una cadena de responsabilidad se despliega ante este fenómeno: desde los ensayos clínicos por los que apuestan las farmacéuticas hasta los proyectos que se presentan en los laboratorios, pasando por la inversión de las administraciones o la atención individualizada de cada uno de los ginecológos que atienden a cada una de las mujeres que les visita a lo largo de su vida laboral. 

Lo hemos visto también en la respuesta específica ante dolencias, como ante un infarto, ante la migraña, ante la demencia. Distinto género, distinta atención y cura: esa filosofía que nos hace iguales en la diferencia debería estar por encima de todo. 

Hay avances, se ha de celebrar que el Hospital Clínico San Carlos de Madrid lidere el primer ensayo internacional sobre mujeres con el corazón enfermo, para tratar de erradicar las placas de calcio que obstruyen las arterias y les causan problemas coronarios. La investigación la empuja en Europa una mujer, la cardióloga Nieves Gonzalo, y participan otros centros españoles como el Hospital del Mar de Barcelona. Las mujeres han estado infradiagnosticadas en las enfermedades del corazón y por eso tienen peor pronóstico ante un infarto, por ejemplo.

 Contra la infravaloración de la condición femenina en la salud y en concreto en las demencias trabajan numerosas organizaciones sin ánimo de lucro como el Women’s Brain Project, que realiza campañas internacionales para concienciar del impacto distinto del Alzhéimer o la esquizofrenia en hombres y mujeres. Y parte de esa concienciación debería ponernos en alerta cuando se aprueban ensayos clínicos que se felicitan por retrasar el avance de la enfermedad en un 27% con un nuevo fármaco, sin tener en cuenta que si se valoran los resultados de los pacientes por separado, el freno obtenido ha sido de un 47% en los hombres y de solo un 12% en las mujeres. Está pasando, y aunque sí, todo avance es bueno y no debe despreciarse, el valor de su impacto en las mujeres debería preocupar más. 

 Auguste, mujer y enferma, abrió el camino con su caso para poder erradicarlo. Otras mujeres más de un siglo después merecen también ese reconocimiento.

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