Escritora
Emma Riverola
Escritora
Carroñeros
Mientras los defensores de los derechos humanos luchan por mantener la responsabilidad y la cordura, Vox juega a lo suyo: a engendrar más odio
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Aprobado alto en discurso de odio. Aún pueden mejorar, por supuesto. Pero no cabe duda de que Vox domina el manual del buen ultra. La doctrina se recita igual entre los acólitos de Abascal, que entre los de Trump o los de Orbán. Ellos, los amantes de las fronteras cerradas, practican la xenofobia global.
Con un notable sentido de la oportunidad, Vox ha propuesto discriminar a los migrantes que provengan de países islámicos. Concretamente, plantea “suspender los expedientes de adquisición de la nacionalidad española, las autorizaciones de estancia y residencia y prohibir la entrada en España de inmigrantes procedentes de países de cultura islámica, en tanto no se pueda asegurar su correcta y pacífica integración en nuestro territorio”.
La presunción de inocencia borrada de un plumazo. ¡Peligro! Alerta musulmán. Todos terroristas hasta que se demuestre lo contrario. Mayores y niños, mujeres y hombres. Científicos, artistas, obreros o agricultores... También los que huyen del terror yihadista. Una no deja de preguntarse ¿cómo se producirá esa modélica integración si se les trata como material explosivo? ¿Y cómo propone Vox controlar el grado de filiación a "nuestro territorio"?
Olvidemos los interrogantes. Esto no va de coherencia, sino de juego de emociones. La Mesa del Congreso difícilmente tirará adelante la propuesta (por inconstitucional y contraria a los derechos humanos), pero Vox ya ha ganado. Al presentarla, ha lanzado un puñado de semillas al aire. Ahora esperan que algunas caigan en la tierra adecuada, esa asolada por el miedo, la incertidumbre o la incomodidad. Son muchos sus habitantes. Los que ansían una mejora en sus vidas que no llega, los que temen perder lo que tienen, los descolocados ideológicamente, los que se sienten reprendidos sin saber muy bien por qué, los que piensan que el tren del futuro no se detendrá a recogerlos... A todos ellos se dirige Vox, con sus cuentos de protección.
A raíz del 11-S se impuso un discurso de la seguridad que hurgaba en el miedo de la ciudadanía. Se vendió como solución el control de movimientos, y los migrantes pasaron a ser los sospechosos principales. La estrategia solo ha provocado un mundo más inseguro, ha despertado a la ultraderecha y ha enriquecido (enormemente) el negocio de la seguridad. Estos días, una venganza inmisericorde cae sobre Gaza. Mientras los defensores de los derechos humanos luchan por mantener la responsabilidad y la cordura, Vox juega a lo suyo: a engendrar más odio. Todo en su lugar.
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