Limón & vinagre

Keir Starmer: el nuevo laborismo se esconde en el baño

El candidato laborista ha prometido "una década de renovación" si llega al poder, que es como no prometer nada, los cual es una brillante idea

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El líder del Partido Laborista, Keir Starmer.

El líder del Partido Laborista, Keir Starmer. / Bloomberg

Albert Soler

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Keir Starmer es caballero de la Orden del Baño, lo cual nada tiene que ver con visitar con frecuencia dicho aposento, al hombre no se le conoce incontinencia. La Orden del Baño es una antigua orden de caballería, llamada así porque su ritual incluía el baño como uno de sus elementos, algo hoy en día incompatible con el ahorro de agua que aconseja el delicado estado de salud del planeta, más sostenible sería una Orden de la Ducha.

Que el líder del partido laborista –y máximo favorito en las próximas elecciones– sea miembro de una orden de caballería, da buena cuenta de lo que es hoy el laborismo. Bien es cierto que un inglés podría argumentar que Felipe González montado en su yate y fumando habanos da buena cuenta de lo que es el socialismo español. Será que en todas partes la nueva izquierda tiene mucho de lo primero y poco de lo segundo.

Starmer contrasta con su antecesor en el Partido Laborista, Jeremy Corbyn, a quien su aspecto de viejo gruñón le ayudaba a ser un auténtico izquierdista. Corbyn creía aún en alguna revolución, por leve y pacífica que fuera, pero las revoluciones están de más en un mundo en que, con un poco de comida preparada y programas de televisión en donde famosos se despellejan en un plató o en una isla del Caribe, nadie quiere levantarse del sofá. Por eso Corbyn siempre fracasó.

Starmer, más joven y conocedor, por tanto, de los inocuos gustos y prioridades de los votantes actuales, recoge más bien el testigo de Tony Blair, el laborista de la tercera vía. La tercera vía no fue más que la vía pragmática: la de dejar de lado ideologías y procurar prometer aquello que gustara a mayor número de ciudadanos. Una fórmula infalible para conseguir el poder, aunque más adelante supusiera apoyar las guerras de Irak y Afganistán en base a mentiras, fotografiándose junto a Bush y Aznar, que ya son ganas de fotografiarse.

Con el ejemplo de Blair en mente, Keir Starmer prometió en la reciente convención de su partido "una década de renovación" si llega al poder. Prometer una década de renovación es como no prometer nada, los cual es una brillante idea, porque así nadie podrá echarle en cara no cumplir las promesas. El mundo se renueva siempre, aunque raramente sea para bien –volvamos a recordar la deriva de las izquierdas–, o sea que, por más que un Starmer primer ministro se pase los días encerrado en el baño del 10 de Downing Street para hacer honor a la orden de la cual es caballero, alguna renovación va a tener lugar, aunque sea sin querer.

La cuarta vía

Si la tercera vía fue un gran invento de Blair para ser laborista sin serlo, bien puede Starmer inventar la cuarta vía para renovarlo todo sin renovar nada. No es que en el Reino Unido los políticos se hayan vuelto cínicos, es que se han vuelto en todo el mundo, en España tuvimos una ministra supuestamente revolucionaria haciéndose selfis en la Quinta Avenida de Manhattan con otros altos cargos de su ministerio, aunque en este caso el lenguaje inclusivo que ellas mismas pregonan está justificado y procede llamarlas a todas –ministra incluida– altas cargas.

Siguiendo esta cuarta vía que se parece a la tercera en que, por el poder, todo vale, Starmer se manifiesta contrario al Brexit, pero poco, lo suficiente para criticarlo suavemente si se tercia, aunque no tanto como para proponer revocarlo. Apuesta por seguir el ejemplo europeo en bastantes de las políticas que lleva a cabo la UE, pero desde su británica insularidad. Un día promete poner fin a la externalización del sistema público de salud, y tiempo después reniega de ello.

El laborismo británico ha llegado a la equidistancia bien entendida. Además, ¿para qué malgastar tiempo en un Estado del bienestar que está ya 'demodé', si para conseguir votos basta con prometer un acceso más rápido a las redes sociales y anunciar que la BBC va a estrenar un nuevo 'reality'? "La cultura, sin una base de dinero, es impracticable", dijo el sarcástico Josep Pla en cuanto vio los edificios de Oxford, así que los ingleses –los que pueden– se aplican a amasar dinero con la esperanza de que la cultura venga a su encuentro. Starmer, como Blair en su momento, ha entendido que lo que debe hacer el Gobierno, ya sea conservador o laborista, es facilitarles ese acceso. De momento, al dinero; a la cultura, ya se verá.

Jonathan Coe, que con su novela 'El corazón de Inglaterra' fue quien mejor explicó las razones del Brexit, alertó antes, en 'Círculo cerrado', en qué se ha convertido la política, esa política de la que Keir Starmer será un nuevo líder, a menos que le pille en el baño: "La izquierda se movió a la derecha, la derecha se movió un poquito a la izquierda, el círculo se ha cerrado y todos los demás pueden irse a la mierda".