Legislación
Albert Soler

Albert Soler

Periodista

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Que dice el gato que no quiere chip

Que ni ley de bienestar animal ni leches, que no va a ser él el primero de su familia en llevar chip, que de su bienestar ya se preocupa él, no un funcionario de traje y corbata

La ley de animales entra en vigor: gatos esterilizados por obligación y perros no más de un día solos

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Un gato jugando con una fruta

Un gato jugando con una fruta / Shutterstock

Dice mi gato que vamos listos si pensamos que se va a poner un chip, que los gatos son seres libres, no como los perros, que se pasan el día moviendo la cola por una caricia. Que él no quiere ser localizado ni identificado, que no pertenece a nadie, y ya de paso, que deje de usar el posesivo “mi gato” cuando hable de él. Dice el gato que tengo en casa que él ni se caga en la calle ni ladra de buena mañana despertando al vecindario ni se conocen gatos de raza peligrosa ni nada, o sea que menos lobos. Dice que identifiquen a los perros y a los humanos y que a él le dejen en paz. Dice que se ponga el chip la señora tía del ministro que tuvo la idea, que se quedó con su cara un día que salió en la tele. Del ministro, no de su tía, dice.

No me sorprende su reacción, ya un día nos escuchó hablar de castrarlo y me desafió a intentarlo yo mismo en una pelea, los dos en pelotas, a ver quién terminaba antes sin las ídem. Preferí dejarlo entero. Dice mi gato, perdón, el gato que tengo en casa, que ni ley de bienestar animal ni leches, que no va a ser él el primero de su familia en llevar chip, que de su bienestar ya se preocupa él, no un funcionario de traje y corbata, con lo que los odia. Que si ni siquiera aceptó llevar un collar con su nombre -y eso que se lo compré la mar de ilusionado-, menos va a aceptar ponerse un trasto electrónico bajo la piel, hasta ahí podíamos llegar. Dice además que si viene alguien a inspeccionar y lo ve en casa, juremos no saber qué hace ese gato ahí, que se habrá colado por la ventana. Dice que si somos tan imbéciles de pagar la tasa municipal correspondiente para censarlo es que no nos lo merecemos, se va de casa y no le vemos más el pelo, que menudo es él. Pagar por censar un gato, dice, y se ríe.

Dice que no quiere ser como un perro, y mucho menos como los humanos, con nuestro DNI, nuestros documentos de todo tipo y nuestros datos a disposición de todo el mundo, que los gatos son otra cosa y que a ver si se enteran en el gobierno que a ellos no les gobierna nadie. Que si un día decide largarse será porque así lo ha decidido y no le da la gana que lo devuelvan a casa por culpa del chip. Que si queremos instalar chips y no nos basta con los perros, sigamos con los humanos, que así por lo menos sabremos de quién es aquel tío raro que hallaron hace tiempo en Waterloo.

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