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La vuelta de Junts a la política (económica)

Un momento de la reunión de Puigdemont (derecha) y Turull (izquierda) con la dirección del PNV.

Un momento de la reunión de Puigdemont (derecha) y Turull (izquierda) con la dirección del PNV.

Albert Sáez

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Una de las consecuencias de una hipotética investidura de Pedro Sánchez fruto de un pacto con Carles Puigdemont,es el regreso de su partido, Junts, a la vida política cotidiana de la que se ha ido alejando en los últimos años con su negativa a negociar en el Congreso en la anterior legislatura, su salida del gobierno de la Generalitat y, posteriormente, de las diputaciones de Lleida, Tarragona y Barcelona, una herida que todavía sangra cuando entra Salvador Illa a escena. Con el beneplácito del expresident, Junts le está explicando estos días a todos los que les quieren oír que su voluntad de negociar es firme y duradera en caso de salvar el trámite de la investidura. Y esta música no suena nada mal en los despachos de las grandes empresas enraizadas en Catalunya, pero tampoco de las que dominan el cotarro en Madrid. Persuadidos de que esta oportunidad de Feijóo ha pasado y de que la repetición es una lotería, el escenario de un nuevo gobierno del PSOE y Sumar genera mucha incertidumbre, especialmente por el giro de los dos últimos años, cuando Sánchez cedió en temas como la ley de Vivienda o la fiscalidad de los supuestos beneficios extraordinarios. Para el mundo empresarial, una mayoría parlamentaria en la que Junts y el PNV sean tan decisivos como Sumar y Bildu, puede llegar a ser un escenario tranquilizador aunque obligue al tsunami de la amnistía y siempre que no suponga el regreso del procesismo con otro referéndum. Esta dimensión explica algunos movimientos como la foto de Turull y Ortuzar con Puigdemont en Waterloo. Urkullu quedó demasiado harto del personaje en el 2017 como para protagonizar ahora esta maniobra.

El empresariado no ha demostrado en los últimos años un gran olfato político. Manuel Valls votó a Colau tras gastarse un dineral, a Ciudadanos el poder se le escurrrió entre las manos, Vox ha acabado siendo un partido fanático en lugar de ultraliberal y todo empezó con el paso al lado de Artur Mas, el penúltimo 'bussines friendly'. 

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