Vocación religiosa

Un apóstol de los gentiles en Montserrat

El padre Pau Valls, un exdirectivo de éxito que en su vida mundana se llamaba David, lo dejó todo para vivir en comunión con Dios

Montserrat panorámica

Montserrat panorámica

Sergi Sol

Sergi Sol

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

No va el Monasterio de Montserrat sobrado de candidatos. Lleva 100 años viendo cómo mengua la comunidad de monjes. En 1954 eran 140, en 2008 no llegaban a 80 y en 2023 son 50. El declive va más acelerado que el cambio climático.

Por eso, cada nueva incorporación, es hoy agua de mayo para garantizar la continuidad del único lugar santo que se dispone a celebrar en 2025 mil años de existencia, siempre con presencia continua de moradores, los monjes custodios del santo lugar. Benedictinos en este caso, a la sombra de su (nuestra) venerada 'Morena de la Serra' que escribió Mossèn Cinto Verdaguer, el clérigo que recuperó el catalán para el mundo de las letras.

Uno de los últimos hombres en sumarse a la comunidad de monjes fue el padre Pau Valls, un exdirectivo de éxito que en su vida mundana se llamaba David. Lo dejó absolutamente todo para vivir en comunión con Dios. En Montserrat, claro está, icono de la Iglesia catalana y del país en su conjunto, además de una de las sierras más singulares de toda la Península con sus características agujas como dedos que señalan el Cielo.

El padre Pau Valls se consagró monje con 57 años. Tras el largo periodo de noviciado en que se pone a prueba la idoneidad para vivir como uno más de los hermanos de la familia montserratina sometida a la regla de San Benedicto. Y a su abad, elegido de entre los monjes y por los monjes por sufragio universal.

Pau Valls es, por otra parte, un monje que representa a una sensibilidad claramente progresista, continuador de la línea que de alguna manera inspiró el cardenal afecto a la República Vidal i Barraquer, el obispo que murió en el exilio porque Franco jamás le permitió volver. Pero, sobre todo, se le puede considerar –salvando las distancias de época– un discípulo del pensamiento del canónigo Carles Cardó. El clérigo que escribió una frase aún indigerible para una Iglesia que en 2013 canonizó mártires a los 20 monjes de Montserrat asesinados tras el golpe de Estado de 1936 por las hordas fascistas. El Padre Bernabé publicó un libro en su memoria, el último monje que llegó a tal desde el Seminario.

La sentencia lapidaria de Cardó, entre otras, fue: "Las turbas no quemaron las iglesias si no después de que aquellos sacerdotes hubieran quemado la Iglesia". Demoledor y severamente criticado. Aunque no por toda la comunidad cristiana. Por eso mismo, el padre Hilari Raguer, erudito monje de Montserrat, una eminencia según Paul Preston, quiso enmendar la canonización de sus hermanos de fe. No porque no considerase aquellos viles asesinatos, si no porque sostenía que no les dieron muerte por Cristo, si no precisamente porque la Iglesia olvidó la verdadera doctrina cristiana. Y consumó esta el desastre, declarando ‘cruzada’ al golpe de Estado, craso error que sigue aún sin enmendarse como mandaría el buen Dios.

El monje Pau Valls no es solo una bendición para la continuidad del monasterio en tiempos en los que flaquean y escasean las convicciones, si no que conecta con esa Iglesia que el historiador y político Josep Benet reivindicaba por ser la más progresista de Europa. También por eso fue Benet quien en su día representó un compromiso histórico a la catalana: la entente entre el socialismo y el cristianismo que el extremismo abortó en Italia.

Siempre ha existido una Iglesia catalana a las antípodas de una Iglesia española de sesgo integrista. Tanto es así que el padre Hilari Raguer salió al paso de la Conferencia Episcopal cuando esta consideró la unidad de España como un valor moral. Ser independentista no es ningún pecado, les respondió. Hoy, que sus Excelencias de la Conferencia Episcopal vuelven a las andadas cargando contra la amnistía, ya no está Hilari para ponerlos en su sitio. Pero sí está Pau Valls.

Cabe recordar también que el canónigo carlista Jaume Collell, íntimo de Verdaguer, finalizaba sus discursos con un "Por Dios y por Catalunya". Amar la Patria jamás ha estado reñido con amar a Dios.

Probablemente el monje Pau Valls podría suscribir la frase solo que el último apóstol -por algo es Pau- de Montserrat representa en toda su plenitud la doctrina social de la Iglesia. El hermano Pau es un monje activista que rebosa energía y que cree firmemente que el camino de la Iglesia en el siglo XXI pasa por la apertura, por acercarse a los agnósticos y conectar con estos. Por eso lanza propuestas innovadoras como el Fin de Semana para No Creyentes en Montserrat para el segundo sábado de noviembre. No se ha hecho antes nunca y está por ver su acogida. Aunque sea cuál sea el éxito de la propuesta de Pau Valls, no se va este a rendir ni a desanimar, consciente de que los caminos al Señor son inescrutables. Ante todo, el último apóstol montserratino es un hombre de fe de una admirable y contagiosa pasión, inasequible al desaliento pese a la Conferencia Episcopal.

Suscríbete para seguir leyendo