Tecnología disruptiva
Elena Neira

Elena Neira

Profesora de los Estudis de Ciències de la Informació i de la Comunicació de la UOC

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Hollywood y la Tontería Artificial

La IA avanza imparable, y la forma en la que comienza a cincelar la realidad que nos rodea es inquietante

"Hemos ganado": los guionistas de Hollywood vuelven al trabajo tras alcanzar un acuerdo histórico

ChatGPT ahora puede "ver, oír y hablar"

La pantalla de inicio de ChatGPT en un teléfono.

La pantalla de inicio de ChatGPT en un teléfono. / Shutterstock

La semana pasada se produjo un hito histórico. Hollywood, una de las mayores industrias creativas del planeta, acordó colocar un cordón sanitario de restricciones a la Inteligencia Artificial en forma de límites a su uso en los procesos de escritura. Una medida drástica pero necesaria, para proteger al sector de una tecnología que augura una disrupción profunda.

De la misma manera que ChatGPT se ha integrado en nuestro día a día para ejecutar las tareas más variopintas, como buscar información, resumir un artículo o pedir que te traduzca algo, la IA generativa también se ha hecho un hueco a la hora de crear historias para la gran pantalla. La ausencia de regulación hasta la fecha ha convertido su uso en una zona gris en la que unos han visto un océano de posibilidades y otros la vía más rápida para que se produzcan abusos. La oportunidad que la IA pone sobre la mesa a la hora de, por ejemplo, acelerar procesos de escritura, realizar traducciones ultrarrápidas para hacer más dinámico el subtitulado o, incluso, crear historias con finales alternativos parece un caramelo si pensamos en satisfacer al público. Pero la amenaza para quienes trabajan en el proceso creativo ya se otea en el horizonte. Sí, la IA todavía necesita madurar, pero lo está haciendo a pasos agigantados. De la misma manera que la revolución industrial aceleró los procesos de producción y redujo drásticamente la necesidad de capital humano, la IA podría hacer lo mismo en el sector audiovisual. Los árboles de los beneficios no están dejando ver el inmenso bosque de implicaciones para una industria que no está en condiciones de resistir otra disrupción de mayor calado que la que provocó Internet.

A principios de año, se puso en circulación una carta abierta (https://futureoflife.org/open-letter/pause-giant-ai-experiments/) en la que muchos científicos y empresarios (incluido Elon Musk, cofundador de OpenAI) denunciaban que los laboratorios que trabajan con esta tecnología estaban en "una carrera fuera de control” en la que nadie, ni los sus creadores, podía comprender o predecir las consecuencias, y animaban a echar temporalmente el freno. Pero la carta solo ha servido para impulsar un debate que resuena con mucha menos fuerza que la fascinación popular por la tecnología. La IA avanza imparable, y la forma en la que comienza a cincelar la realidad que nos rodea es inquietante. El problema, en realidad, no está en la mirada de una persona que ha vivido una realidad sin Inteligencia Artificial. Son las nuevas generaciones las que se exponen a un futuro en el que el valor de lo artesanal perderá gran parte de su valor y abrazarán su uso. De momento, Hollywood se escuda en que el producto final de una IA sigue sin ser comparable a la creación de un humano y que no hay nada malo en aprovechar sus posibilidades. Sí, es cierto que hoy en día una IA no puede parir algo remotamente comparable a la mente humana. Pero démosle tiempo y cintura. Seguro que lo consigue.

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