Ágora
Joan Guix

Joan Guix

Medical Anthropology Research Center. URV. Ex secretario de Salut Pública de la Generalitat.

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Tabaco: ¿un paso atrás?

Informar, aconsejar, no es suficiente para que las personas modifiquemos determinados hábitos nocivos. Llega un punto en que hay que establecer medidas obligatorias

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Un joven fuma en una terraza de Sant Antoni, en Barcelona.

Un joven fuma en una terraza de Sant Antoni, en Barcelona. / Ferran Nadeu

Todo el mundo sabe que el tabaco es altamente nocivo para la salud en cualquiera de sus formatos, que es el principal factor de riesgo de morbi-mortalidad evitable. Todo el mundo sabe, y la OMS lo confirma, que no hay niveles aceptables de exposición al humo del tabaco desde el punto de vista de la salud. En Catalunya, en torno a un 22% de la población es fumadora, y no logramos reducirlo significativamente, por ahora. 10.000 muertes anuales. Un alto coste.

Ciertamente, se ha ido avanzando en que las administraciones fueran sensibles a este tema y legislaran restrictivamente al respecto. Las leyes de 2005 y 2010 representaron un gran salto adelante en la lucha contra las consecuencias nocivas del tabaco.

Pero hace años que estamos parados. Y la industria tabaquera no para de apretar con nuevos productos, como el vapeo o la utilización de lobis diversos; entre ellos, el de la restauración.

Las administraciones hacen declaraciones y promesas en el sentido de restringir más los espacios sin humo, como por ejemplo en las terrazas de bares y restaurantes, además de poner en marcha otras medidas como la subida de los precios del tabaco, temas de publicidad y etiquetados, reglamentaciones de formatos derivados, etc. Nos dicen que se están elaborando nuevas leyes que lo resolverán definitivamente. Pero las promesas y declaraciones no se convierten en hechos. Y el tabaco continúa siendo el principal factor de riesgo y de morbi-mortalidad evitable.

No es un tema de dificultad técnica. Está bastante claro y consensuado lo que hay que hacer para rebajar los peligros del tabaco. Se trata de un tema de responsabilidad y valor político.

Informar, aconsejar, no es suficiente para que las personas modifiquemos determinados hábitos nocivos, como el tabaquismo. Llega un punto en que hay que establecer medidas obligatorias, en que hay que legislar.

Toda legislación implica voluntad y equilibrio, y también restricción. Si hay que legislar es porque hay que cambiar algo que no se hace bien. Siempre habrá supuestos perjudicados. A la hora de tomar decisiones políticas hace falta que impere la perspectiva del bien común, y no los intereses de un grupo concreto, ni que le pueda representar cierto nivel de perjuicio.

Esta es la situación en la que nos encontramos respecto al tabaco y una parte concreta, no toda, del sector de la hostelería, en el momento en que la administración, la que sea, española, catalana o de donde sea, se plantea prohibir el consumo de tabaco en las terrazas de bares y restaurantes. La confrontación estalla al momento.

No hace demasiado tiempo, un destacado directivo de un gremio de hostelería catalán manifestó que “el Gobierno se ha inventado la mentira que en las terrazas se lesiona la salud pública con el tabaco”. No es un invento. No es una mentira. Repitámoslo, por si no se ha entendido. Cualquier nivel de exposición al tabaco es nocivo para la salud. Cualquier nivel. Evidentemente, nadie enfermará si se toma un café en una terraza junto a una persona que esté fumando, pero sí que hay un riesgo acumulativo, además de contribuir a mantener el tabaco como un hecho habitual, normal. Fumar no puede ser normal. Fumar es nocivo para la salud. Es imprescindible ir acotando el tabaco, en todas sus formas, hacia espacios cada vez más reducidos y más controlados. Su nocividad no es un invento, sino una realidad.

Son los mismos ciudadanos, fumadores y no fumadores los que, mayoritariamente, piden la retirada del tabaco de las terrazas y otros espacios públicos de convivencia, y las diversas encuestas al respecto lo confirman: más de un 70% de los ciudadanos estarían a favor de esta medida. En otra encuesta fiable, solo un 14% de los usuarios dicen que dejarían de ir a una terraza si se prohíbe el consumo de tabaco.

Incluso, si hablamos de costes, en nuestro sistema sanitario se calcula que el tratamiento de las principales enfermedades derivadas del consumo del tabaco nos cuestan entre 7.500 y 8.000 millones de euros anuales. Esto, sin poner precio al sufrimiento y a las muertes prematuras. ¿Hacia dónde se decantaría la balanza del equilibrio social?

Algunas declaraciones de destacados miembros de las administraciones públicas, en el sentido de que la solución a esta cuestión tiene que ser disuasiva para proteger la salud, pero sin alterar el trabajo de los restauradores, que la solución tiene que ser equilibrada, a pesar de ser razonables, son, cuando menos, preocupantes desde el punto de vista de la salud pública, y nos pueden hacer pensar en que se puede dar un paso atrás. Y esto no es equilibrado.