Ante la investidura

Feijóo en el descuento

La única supervivencia que podría tener Núñez Feijóo es la de liderar esta otra España, también de derechas, que habla en euskera en el Congreso y no cree que la amnistía sea el diluvio universal

Alberto Núñez Feijóo, durante el acto del PP en Madrid.

Alberto Núñez Feijóo, durante el acto del PP en Madrid. / Jesús Hellín (EP)

Pilar Rahola

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Lo dijo Bill Clinton en la campaña presidencial de 1992 ante un George H. W. Bush que le atacaba a la desesperada, proclamando el fin del mundo si ganaba al demócrata: "Si un candidato apela al miedo y el otro a la esperanza, es mejor que se vote por la persona que quiere que la gente piense y espere". La esperanza 'versus' el miedo, dos conceptos pesados de la política que, si cuajan y logran crear un estado de ánimo colectivo, hacen bascular unas elecciones. Clinton y posteriormente Obama ganaron gracias a la esperanza y Trump lo hizo gracias al miedo, y en ambos casos estas emociones-fuerza se impusieron a la solidez de los argumentos y programas.

Algo parecido intenta Núñez Feijóo, tan a la desesperada como al Bush de Clinton, en el proceso de investidura que empieza y que, en las previsiones, tiene perdido. En este caso no se trata de invertir la tendencia del voto electoral, sino de cambiar el voto parlamentario por la vía de crear una conciencia de catástrofe si él no gana la presidencia. En estos momentos a Feijóo no le quedan argumentos, ni autoridad -ni tampoco 'auctoritas', dado que ni los propios le reconocen el liderazgo-, por lo que solo le queda el recurso del miedo. Él o la debacle, él o 'España se hunde', y sobre el pedestal del miedo ha construido el discurso político de las últimas semanas. Ciertamente no se trata de un recurso baladí, porque Feijóo sabe que hay una parte del PSOE que comparte su idea de España, anclada en la concepción retrógrada que Felipe y Guerra han liderado desde el jurásico. Solo con el miedo, el miedo a la amnistía, a Puigdemont, al catalán, a los sediciosos, a los golpistas, al dragón de la Patum y al pan con tomate, puede conseguir el venerable gallego que cuatro tamayitos patrióticos le den la presidencia.

El miedo puede ser efectivo, y es evidente que todos retendremos el aliento hasta el último día de la investidura, sin seguridad hasta la segunda votación. Pero también es un arma de doble filo que, una vez usada, degüella a quien no triunfa. De hecho, esta es la impresión que dio la manifestación contra la amnistía convocada por el PP y que se puede resumir en tres tristes epítetos: Feijóo desapareció, devorado por Ayuso; la marea de los buenos españoles contra la perfidia de la amnistía no existió, reducida a una manifestación grande, pero mejorable; y la rebelión nacional contra el golpismo catalano-sanchista no apareció por ninguna parte. De hecho, parece más bien que esta sensación de manifestación deshinchada ha reducido considerablemente el peligro del transfuguismo en la investidura, porque el recurso del miedo solo se puede instaurar desde una posición de fuerza, y Feijóo solo muestra debilidad.

Si los hechos, pues, van en la dirección que parece, la fallida investidura de Feijóo será, también, un momento catártico en la vida política del líder gallego, cuyo resultado solo depende de su capacidad de reacción. De momento, Feijóo está atrapado en el molde que le han impuesto desde Génova y le ha convertido en un autómata. No es el líder de una opción conservadora al estilo europeo, sino el comodín forzado de la España oscura, reaccionaria y antimoderna que domina el PP de Madrid.

¿Podría ser otra cosa? La respuesta más instintiva lo descarta, porque escuchando solo a toda la marabunta mediática que domina el relato de la derecha española parece inimaginable que haya vida más allá de la caverna. Pero también es un hecho que existe una España que no se incomoda escuchando otras lenguas, que no está aterrada por la amnistía y que no tiene la mirada oscura de los ultramontanos. La única supervivencia que podría tener Feijóo es la de liderar esta otra España que puede ser 'tory' y al mismo tiempo puede entender que se firmen los acuerdos del Viernes Santo con Irlanda. Al fin y al cabo es la España de Borja Sémper hablando en euskera en el Congreso, y probablemente la de mucha gente que, desde posiciones de derechas, no creen que la amnistía sea el diluvio universal. Gente de derechas y también de izquierdas, que eso es lo que ha sabido leer Sánchez (con ZP en el oído): que la ciudadanía está preparada para la amnistía. Es decir, está preparada para dar el salto a otra pantalla, pese a las persistentes trompetas del Apocalipsis.