Luchando por evitar la medalla
Repartir medallas es la mejor manera de fabricar nacionalistas, bastante más que prometer republiquetas que no llegan
El otro día, la Generalitat repartió las Medallas de Oro de este año, no recuerdo a quién le tocaron en suerte, da igual, muy merecidas serían, y si no, tanto da. Lo importante del hecho no son los afortunados, sino que yo ni siquiera sabía que existía este galardón, uno más a añadir a la lista, así que me entretuve buscando por internet cuántos se conceden cada año en Catalunya. Terminada la búsqueda, la sorpresa fue que yo no haya recibido todavía ninguno, parece imposible. Entre la Medalla de Oro de la Generalitat, la Medalla de Honor del Parlament, la medalla al mérito sanitario, la Creu de Sant Jordi, los galardones Francesc Macià al trabajo, los Narcís Monturiol a la investigación, más todos los que no supe hallar, en Catalunya se hace cada vez más difícil esquivar reconocimientos institucionales. Hasta el momento, he conseguido sin demasiadas dificultades que no me otorguen ninguno, el problema será cuando haya tantos premios como catalanes, para lo cual no falta mucho. Serán momentos difíciles, no me resultará sencillo continuar virgen de medallas y galardones. Catalunya es el único lugar del mundo donde lo difícil no es que te den una medalla, sino que no te la den. Un día habrá incluso más medallas que catalanes, puesto que algunos las acumularán, lo de hacer caja por lo que pueda pasar el día de mañana es muy catalán.
Repartir medallas es la mejor manera de fabricar nacionalistas, bastante más que prometer republiquetas que no llegan. Repartir cargos tampoco es mal sistema, pero aún queda lejos el día en que pueda haber uno para cada catalán, si bien deben reconocerse los esfuerzos que dedica el ‘governet’ a hacer real esta posibilidad.
-Cómo podría yo no amar a Catalunya, si me ha concedido esta medalla tan bonita, mire, mire -claman unos catalanes a otros, emocionados.
Una medalla crea un sentimiento de pertenencia muy superior al de un triste carnet del Consejo de la Republiqueta expedido en Waterloo, que encima te lo hacen pagar. No es que los galardones que regala la Generalitat tengan utilidad alguna, pero por lo menos salen de balde y cuando llegan visitas dan el pego, ahí, en un marco, en el recibidor. Por fortuna para las finanzas catalanas, las medallas no implican retribución económica, eso sería una ruina. Son solo detallitos simbólicos que, como mucho, suponen una necrológica gratuita en la prensa en el día de la muerte, cuando uno ya no tiene tiempo de protestar. Ni tampoco muchas ganas.
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