Aniversario

Con el muerto de Javier Marías en brazos

Homenaje al escritor fallecido con un artículo de frase larga, más cláusulas que un contrato y sin otro punto que el final

Javier Marias

Javier Marias / DAVID CASTRO

Miqui Otero

Miqui Otero

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

"Nadie piensa nunca que pueda ir a encontrarse con una muerta entre los brazos” y, sin embargo, pienso en ello cuando a cinco escritores españoles 'jóvenes' (las primeras comillas de este texto marcan una cita del autor muerto; las segundas, una ironía) nos preguntan en un teatro de Colonia qué tenemos que decir de Javier Marías, un par de semanas después de su fallecimiento, así que ese club de los cinco mantiene un pinball de silencios y miradas (algunas son de duelo en película de Sergio Leone, otras, al suelo, de ascensor cuando se le escatima conversación a un vecino) y el presentador alemán (las cuatro horas de festival literario se están retransmitiendo en directo por la radio de mayor difusión del país) encaja el mutismo con perplejidad y entonces apunta que quizás esta generación se ve más concernida por asuntos sociales mientras que el maestro se ocupaba de la condición humana, observación que yo valoro como voluntariosa, aunque que no comparto del todo, pero el caso es que tampoco esta repregunta merece respuesta hasta que una de ellas, de iniciales AM, se atreve a decir que lo ha releído hace poco y que le gusta, cosa que comentaré fumando en la puerta con ella minutos después, a salvo de los focos y de las preguntas lanzadas a un grupo de escritores (los escritores son majos y sobre todo vulnerables de uno en uno; humanos y hasta empáticos, si bien ocasionalmente criticones, en grupos de dos y tres; tremendamente cotillas y recelosos en reuniones de cuatro a diez y absolutamente inanes, borrachos y ridículos -imaginen una manifestación de escritores, quizás por la tilde de sólo- en manadas superiores a diez): a mí también me gusta, digo, adoro sus frases con más cláusulas que un contrato inmobiliario o futbolístico, de esas que a golpe de disyuntiva y adversativa exploran cada ángulo de un tema, porque "prefiere conocer lo posible además de lo cierto" (otra cita del autor), que parecen producto de la respiración lenta de un gigante (demasiado cansado y mayor, habría dicho en el teatro; tremendamente grande y personal, matizaría fumando), aunque, como cuando ya abriendo el portal de casa se te ocurren todas las réplicas de una discusión con alguien de quien te acabas de despedir, apunto detalles que podría haber dicho en la negra espalda del tiempo y que quizás no nos animamos a decir ahí dentro porque: 1) Éramos cinco escritores, en un formato extraño de respuestas breves, así que preferimos el consenso rácano al conflicto del matiz, 2) No creo que fuera por no reconocer a los mayores, porque no somos jóvenes, sino 'jóvenes', y la mayoría hemos superado eso de matar a nuestros 'padres', 3) los estertores cascarrabias, en forma de columnas y artículos, fueron dolorosos, como una herida reciente, y aún cuesta defender los enormes logros de sus novelas, 4) Se nos ha hecho extraño, quizás, defender a Javier Marías porque resulta algo así como cantar las bondades de la paella, la tortilla de patatas o el flamenco (encendemos otro pitillo y nos reímos del hecho de que en esta gira alemana suena 'Entre dos aguas' de Paco de Lucía cada vez que entramos en una sala), 5) esto se lo robo a Gonzalo Torné: Marías se había convertido en el intocable escritor único, el candidato nacional al Nobel, el Gasol o el Nadal de las letras, o el nuevo Cela, y eso, claro, nos genera, generacionalmente, un poco más de rechazo que de envidia, o 6) y no quiere saber, pero sabrá, que siempre que leo a Marías pienso que mis calcetines son baratísimos y sueño que me pongo unos carísimos y de rombos, y la valiente (y majísima) escritora con la que converso ríe de lo último y añade argumentos a los míos, pero convenimos (y eso sucederá en otras citas de este mismo 'tour', donde muchos de los autores 'jóvenes' estamos releyendo a Marías, incluso escritoras alejadísimas del tono, la clase y la visión del mundo de Marías, considerando a veces cómico su erotismo de tebeo o de Hollywood clásico, pero reconociendo ya sin focos ni complejos el prodigioso novelista que era) en que el mejor crítico literario es el tiempo, y quizás le agradaría a él ahora, justo un año después de su muerte, saber que un novelista 'casi joven' lo elogia en una columna con un solo punto: el definitivo, el final.

Suscríbete para seguir leyendo