Políticas igualitarias

Máximo nivel de equidad de género

La respuesta al caso Rubiales ha fijado un nivel exigente de equidad de género como punto de inflexión de una sociedad más feminista que no quiere volver al pasado

Cientos de personas participan en una manifestación en apoyo a las jugadoras de la Selección española de fútbol y en concreto de Jenni Hermoso en Madrid

Cientos de personas participan en una manifestación en apoyo a las jugadoras de la Selección española de fútbol y en concreto de Jenni Hermoso en Madrid

Xavier Martínez-Celorrio

Xavier Martínez-Celorrio

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Sin duda, la emancipación social de las mujeres es el cambio estructural más significativo del siglo XX tras milenios de dominación patriarcal que ha impregnado todas las instituciones sociales y sigue dando coletazos. No fue un cambio liberador otorgado desde el poder masculino sino arrancado desde el movimiento feminista y su lucha continua por nuevos derechos y espacios paritarios. Desde la posguerra, tras seis décadas de avances, cuando parecía que la igualdad de género seguía progresando en una lógica lineal y acumulativa (aunque con altibajos) hemos entrado de golpe en un nuevo escenario regresivo y tenebroso. La ONU denunciaba hace poco que no ha habido avances en la erradicación de los prejuicios contra las mujeres en la última década. La causa del retroceso son los “movimientos antigénero bien organizados y con muchísimos recursos”.

La irrupción de un contra-feminismo resistencial y agresivo ha entrado en el 'mainstream' del debate público desde 2020 de la mano de la derecha autoritaria global de la que forman parte Vox y los sectores más integristas de la derecha religiosa dentro del PP. Se trata de una nueva Cruzada opuesta a lo que llaman "ideología" de género y al avance igualitario de las mujeres y al pleno reconocimiento de la diversidad afectivo-sexual. Movidos por un espíritu evangelizador y redentor, el nuevo machismo reaccionario se presenta como víctima de un "totalitarismo" feminista con exceso de libertades para las mujeres y las nuevas identidades afectivas que les resulta ofensivo.  

Su enemigo de fondo es la libertad de las mujeres y la autodeterminación individual, logradas ambas en el proceso de secularización que se aceleró en Mayo del 68, icono al que combaten de forma obsesiva. En su ideario retrotradicional, el único sujeto de poder ha de ser el hombre normalizando el papel subalterno de la mujer como objeto sexual y sin derechos. A la que poder tocar el culo, darle un beso o agredirla sin necesidad de consentimiento. Es la reafirmación del poder masculino y autoritario que nos devuelve al Antiguo Régimen patriarcal aunque adaptado en plena época posmoderna de tecnología, pantallas, 'fakes' y verdades alternativas.

Rubiales sigue naturalizando la inferioridad femenina como parte definitoria de su identidad-macho y de su virilidad primitiva y desinhibida. No entiende que ya es algo inaceptable y censurable fuera de su círculo cerrado de poder e impunidad. La sociedad ha cambiado y ya no admite el viejo machismo tan propio del mundo del fútbol que intersecciona y viene blindado con sueldos escandalosos, privilegios y lujo desmedido.  

El deporte rey tiene pendiente hacer una catarsis de antisexismo y actuar como espacio pedagógico y educador en la igualdad entre hombres y mujeres. En el pasado reciente ya lo hizo contra la violencia y el racismo, prescribiendo los valores del respeto y la antidiscriminación racial dentro y fuera del campo de juego. Ahora le toca actuar como agente coeducativo y antisexista tanto desde el deporte base de las categorías inferiores como en la competición de élite y en sus propias estructuras de poder.

Cabe destacar que la ola reaccionaria antifeminista empezó a despuntar en España hace años, cuando la derecha integrista, el PP y los obispos despotricaron contra la reforma educativa de la LOE (2006) y acabaron con sus programas de coeducación y con la asignatura Educación para la Ciudadanía. Como siempre, el primer triunfo de las ultraderechas culturales es que una derecha oficial y hegemónica como el PP les compre su relato. Es el caballo de Troya para ir fanatizando a su electorado para rechazar el feminismo y asimilarlo a una ideología destructiva y diabólica. 

El caso Rubiales ha fermentado en un terreno abonado durante los últimos años por el lobby integrista religioso infiltrado en los partidos de derecha. Demasiadas sectas y corrientes fanáticas de intolerancia extrema. Es hora de reforzar las políticas igualitaristas y de coeducación, pero también hay que combatir el adoctrinamiento sexista que practica el lobi ultrareligioso y antigénero, aplicándole la inconstitucionalidad que para otros asuntos se aplica sin tantos titubeos. Atacar los derechos humanos y regresar a la Edad Media no es solo inaceptable, es condenable. 

Suscríbete para seguir leyendo