Educación

La comprensión lectora, una gran asignatura pendiente

Entender lo que leemos es esencial para disfrutar de un texto literario, pero también para poder descifrar el enunciado de un problema matemático o para pedir cita para ir al médico

Lectura

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Marta López Cornellas

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Empieza un nuevo curso escolar y con él la vuelta de muchos niños a actividades y prácticas que durante el verano también han hecho vacaciones. Aquí, con 85 días de pausa estival, muchos niños empiezan el septiembre con la competencia lectora un poco oxidada porque para muchos niños y niñas leer es una actividad exclusivamente escolar. Y, por lo tanto, si no hay escuela, no hay lectura.

Desgraciadamente, la falta de hábito lector del verano también se alarga durante el curso y de aquí los bajos niveles de comprensión lectora que estudio tras estudio se repiten. El pasado mes de mayo se publicaban los resultados del estudio PIRLS, que evidenciaban que en Catalunya, los niveles de comprensión lectora están muy por debajo del deseable: el 30% de los estudiantes de 4º de primaria tienen un nivel bajo o muy bajo de comprensión lectora.

Y las consecuencias no son leves. No tener un buen nivel de comprensión lectora es una barrera en el acceso a los conocimientos escolares, pero también en el acceso a una trayectoria personal, social y profesional satisfactoria. Porque entender lo que leemos es esencial para disfrutar de un texto literario, pero también para poder descifrar el enunciado de un problema matemático o para pedir cita para ir al médico.

Además, como la tendencia viene de lejos la tenemos enquistada. Calcificada. Asimilada en el sistema. Y corremos el riesgo de naturalizarla y de asumir que este mal no se puede curar. ¿Aceptaremos con normalidad que uno de cada tres de nuestros niños, a pesar de pasar por la escuela y disponer de bibliotecas públicas al alcance, no son competentes en lectura?

Y es que no va solo de escuela ni del número de bibliotecas disponibles. La lectura es un hábito y, como todo hábito, para que se consolide hay que practicarlo en momentos, contextos y compañías diversas. Por eso los expertos nos dicen que es tan importante leer en casa con nuestros hijos e hijas; porque si nuestros niños solo leen en la escuela, la cosa no funciona.

Aun así, parece que todavía estamos lejos de entender que aquí la responsabilidad es compartida y que no podemos dejar a los y las maestras solas en este reto. Tenemos que reivindicar que la escuela disponga de medios para acercar la lectura a los niños con más y mejores bibliotecas escolares (muy maltratadas en los últimos años, por cierto) y más y mejor acompañamiento del profesorado para que pueda diseñar e implementar proyectos educativos en los cuales la lectura tenga un lugar central. Pero también tenemos que pensar en otras alianzas y desarrollar programas de dinamización lectora para niños no lectores en las bibliotecas, programas de ocio y lectura a las entidades sociales o programas para las familias que disponen de menos recursos porque, lejos de culpabilizarlas, tengan las herramientas para acompañar a sus hijos e hijas.

Dichosamente, ya hay muchos actores en Catalunya que desde hace tiempo trabajan con el objetivo de acercar la lectura al ámbito cotidiano. Algunos ayuntamientos han incorporado educadores sociales en las bibliotecas públicas, algunas escuelas han empezado a desarrollar talleres para acercar la lectura a las familias y ya sueño muchas las bibliotecas que llevan a cabo programas de voluntariado lector para niños que los cuesta leer.

Tenemos una gran asignatura pendiente como país y nos jugamos mucho, así que no podemos dejar perder otro curso. Hay que apostar para hacer crecer y dar herramientas a todas estas iniciativas y propuestas para asegurar que llegan a todos los municipios y a todos los niños: no esperemos a que unos nuevos datos negativos nos pongan un espejo delante y, de nuevo, no nos guste aquello que vemos.

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