Caso Rubiales

Y el machismo nos explicó qué era una víctima

Tras lograr que las violencias fueran reconocidas por ley, la 'estrategia' es convencer de que el feminismo no fortalece a las mujeres, sino que las victimiza

Luis Rubiales, en la asamblea de la RFEF.

Luis Rubiales, en la asamblea de la RFEF. / EFE

Ana Bernal-Triviño

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"Pero, ¿cómo Jenni se fue de vacaciones y de fiesta?". "Jenni, trolera, te hemos descubierto". Estas reflexiones, leídas estos días, no salen de la nada. Tienen raíces profundas. Es lo que tiene adueñarse del poder durante siglos. El poder no solo económico y social, sino jurídico, con leyes en contra de la educación de las mujeres, del aborto, del divorcio, de trabajar, de abrir una cuenta bancaria, de su libertad sexual… El machismo decidió (y decide) qué o no pueden hacer las mujeres. Si marcaban así quién era una mujer buena o mala, ¿cómo iban a reconocer a las víctimas? Es más, la mujer que se quejara de ello era culpable. Y el implacable juicio público te recordaba, además, que estabas medio loca. Eso, a día de hoy, en 2023, ha vuelto a pasar con Hermoso. Negarle lo que es y cuestionar qué vivió.

Recuerdo cuando me iba de las tertulias en televisión con un nudo en la garganta, de impotencia, por quedarme sola defendiendo a las víctimas. Ahora, por fortuna, una parte de la sociedad sabe que las víctimas no tienen que cumplir un patrón pero otra, aún no. No podía creer que me escribieran seguidoras dudando tras las imágenes de Hermoso, cuando son coherentes con su comunicado: quería celebrar su triunfo, se normalizan conductas machistas por supervivencia, y asumes la realidad después. Porque está la indefensión aprendida cuando tu jefe hace abusos de poder a pequeña escala, pero sabes que defenderte no sirve de nada. Porque está la disonancia cognitiva, cuando asumes que algo no encaja pero quieres pasar página. Estamos educadas en agradar, en minimizar, en el "¿y qué hago?". Sobre todo cuando hablas de ese momento con tu jefe enfrente.

Una vez que el feminismo logró que nuestras violencias fueran reconocidas por ley, el machismo tenía otra guardada. Su estrategia fue convencer de que el feminismo no fortalece a las mujeres, sino que las victimiza. Y así, ¿quién quiere ser víctima? Nadie. Y por eso se escuchaba: "No soy víctima, soy superviviente". ¿Cómo reconocerse, entonces? ¿Sin víctima, dónde queda el agresor? Nos robaron el concepto que nos reconoce. No leo nunca: "Asociación de Supervivientes de ETA" o "Supervivientes de Accidentes de Tráfico". ¿Por qué la excepción con nosotras?

Quienes piensan que las víctimas de violencia machista tienen que reaccionar de inmediato, solo les recordaré que Raquel, asesinada esta semana, decía que "él no sería capaz" de matarla. Que Simona, abofeteada en directo en un TikTok por su pareja, dijo en juicio que todo era un 'show' y que no era maltratada. Que Luisa disimuló con una sonrisa en la fiesta del cole de su hija, después de que él la machacara por dentro. Que Josefa callaba los abusos de su jefe porque sabía que si no estaba fuera. Y así, miles.

El machismo hizo el mayor 'mansplaining' y su mayor victoria cuando les dimos el poder de definir qué es ser víctima. No lo permitamos ni entre nosotras. No caigamos en su trampa y repliquemos su falacia. Porque quizás llegue un día en que seas tú la que no quieras ser cuestionada.