Caleidoscopio

La desbandada

En los lugares que el veraneante abandona queda la gente que vive en ellos resignada a esperar su vuelta después de un tiempo de sentir que la vida verdadera no era un sueño

La población crece, pero la España vacía seguirá perdiendo habitantes

BARCELONA 10/04/2023 SOCIEDAD. Operación retorno de Semana Santa. Retenciones en AP-7 Martorell. AUTOR: MANU MITRU

BARCELONA 10/04/2023 SOCIEDAD. Operación retorno de Semana Santa. Retenciones en AP-7 Martorell. AUTOR: MANU MITRU / Manu Mitru

Juio Llamazares

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Lo que en las ciudades llaman operación retorno fuera de ellas la gente lo ve como una desbandada, un movimiento migratorio forzado por las obligaciones que devuelve las cosas a la normalidad. O a la anormalidad, depende de cómo uno lo vea.

A lo largo de estos días millones de personas, españolas y extranjeras, regresan a las ciudades después de unas semanas descansando al lado del mar, en sus lugares de origen o nomadeando por los 'campings' del país. Como al grito de ¡sálvese el que pueda!, millones de personas abandonan estos días sus sitios de vacaciones para volver a sus domicilios y a sus puestos de trabajo en unas ciudades en las que permanecerán ya hasta el verano siguiente. Ver las riadas de coches por las carreteras y a los miles de personas que llenan las estaciones de servicio para repostar como en las antiguas ventas nos hace entender la dimensión social de un fenómeno que, no por repetido a cada vacación, deja de ser menos sorprendente: la gente huye de las ciudades en cuanto puede, pero regresa a ellas buscando el pan y protección en seguida. El mundo fuera de las ciudades le da miedo.

Mientras, en los lugares que el veraneante abandona queda la gente que vive en ellos resignada a esperar su vuelta después de un tiempo de sentir que la vida verdadera no era un sueño. Las playas y las verbenas, las casas atiborradas de moradores que han vuelto a abrirlas, los bares y las terrazas repletos hasta altas horas, las plazas llenas de niños, vuelven a quedar vacíos y permanecerán así ya todo el año con excepción de los fines de semana y algún puente. Nada volverá a ser como en agosto, el mes por excelencia de la vida y del ruido en media España. La otra media (la de las grandes ciudades y las capitales de provincia) recuperará, en cambio, la normalidad, o la anormalidad, que perdió durante algunos días.

Esta semana yo he visto esa desbandada volviendo de Soria, donde asistí a una Muestra de Cine (en Oncala, un pueblo de 40 vecinos) organizada por la cineasta Mercedes Álvarez, la autora de la maravillosa 'El cielo gira', y al día siguiente a una fiesta en un pueblo cercano, deshabitado y salvado de la ruina gracias al tesón de un grupo de personas empeñadas en que Sarnago no desaparezca como tantos otros. Azotados por el viento, los vecinos emigrados y sus hijos pasearon como durante siglos hicieron sus antepasados el pendón y el santo patrón y el ramo de arce adornado con panes azafranados y rosas que preside los festejos y que simboliza la prosperidad. Tras ellos, las tres móndidas, tres mujeres ataviadas con ropajes de otra época y que portan en sus cabezas unos adornos llamados cestaños que les hacen parecer sacerdotisas, caminaron tras los músicos hasta la iglesia ante cuyas ruinas el cura local, mi amigo Antonio Arroyo, párroco de 56 aldeas, la mayoría de ellas deshabitadas o en trance de serlo, ofició una emotiva misa tanto por sus palabras como por la localización. Después, los asistentes bailaron durante todo el día hasta que la noche los dispersó poniendo fin a una fiesta que marcaba el fin del verano para muchos de ellos y el comienzo de la desbandada para todos los demás. 

Cuando me iba, pensé en toda esa gente que, como yo, no son más que intrusos y visitantes ocasionales de un mundo que se eclipsa cuando acaba agosto y en el que se quedan viviendo personas que nos ven partir como el que ve huir del fuego o de una tormenta a los demás mientras ellos permanecen quietos.