Una cita deslucida

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La Vuelta en Barcelona: luces y sombras

Que partidos e instituciones quieran politizar el deporte, como ha ocurrido con el tramo catalán de la ronda ciclista, es un error

Por qué Barcelona quedó a oscuras durante la Vuelta

Paso de La Vuelta por el paseo de Gràcia sin el alumbrado encendido, durante la cotrarreloj del sábado en Barcelona

Paso de La Vuelta por el paseo de Gràcia sin el alumbrado encendido, durante la cotrarreloj del sábado en Barcelona / Jordi Cotrina

El regreso de la Vuelta a Barcelona, y además con las dos etapas iniciales, era una ocasión magnífica para mostrar la ciudad y seguir demostrando su capacidad de organizar y atraer eventos deportivos de interés internacional, como los que ya están comprometidos y los que se quiere conseguir en el futuro. El complejísimo dispositivo viario fue solucionado de forma eficaz y los escenarios de los momentos cumbres de la competición –como el inicio de la contra reloj en la playa y la escalada a Montjuïc– no dejaron nada que desear. Sin embargo, la fiesta quedó deslucida por un chaparrón y un cielo opacado por las nubes a una hora que debería haber tenido luz diurna (pero también por cómo se reaccionó ante este relativo imprevisto).

Que una competición ciclista deba desarrollarse bajo una meteorología adversa es algo que puede suceder, y sucede, casi en cualquier momento de calendario ciclista. Y en estos casos las inclemencias suelen sobrellevarse, u obligar a modificar la duración, acortar el recorrido o neutralizar a efectos de la competición partes de él. Es lo que se hizo el domingo en los 9 kilómetros finales de Montjuïc el domingo. 

Se sabía desde hace días que el sábado podía llover, aunque quizá tardó más en ser evidente que podría llegar a oscurecerse la ciudad hasta este punto. La organización de la Vuelta ha asumido que cosas como estas pueden suceder, que la responsabilidad de elegir un horario que en estas circunstancias fue problemático pero que es difícil de modificar era compartida (por intereses televisivos, por el dispositivo logístico...) y ha mostrado su comprensión por lo sucedido. Sin embargo, parece evidente que hubo falta de reflejos de los organizadores de la carrera y el Ayuntamiento a la hora de salir del paso de la eventualidad. Este lunes explicamos que desde la carrera se solicitó a las 18.45 al Ayuntamiento adelantar el encendido de luces, solo 10 minutos antes del inicio y cuando faltaban un par de horas para un final de la carrera a oscuras. Con ese margen fue imposible localizar a la empresa responsable y enviar a los operarios a reprogramar manualmente hasta 35 cuadros de luces. Pero que al día siguiente sí pudieran encenderse demuestra que solo con unas horas más de previsión se podría haber reaccionado y mitigado esa imagen (que no solucionado porque, como admitió el director de la Vuelta, hubiese sido necesaria una iluminación especial digna de una etapa nocturna e imposible de improvisar).

Otra segunda eventualidad ha pesado sobre el tramo catalán de la Vuelta 2023. Y con ella se ha demostrado la inoportunidad de politizar los eventos deportivos. Por supuesto, utilizar formas de boicot que pongan en peligro la seguridad de los participantes es intolerable y, objetivamente, un delito perseguible. Que algún colectivo aproveche la visibilidad que se le brinda para exponer un punto de vista es tan inevitable como difícil de cuestionar desde el punto de vista de la libertad de expresión. Pero que desde partidos e instituciones se quiera politizar el deporte es un error. Lo es tanto como cuando Jaume Collboni lo hizo para exhibir que el independentismo ya no sería una fuerza audible en las calles como cuando desde Junts se ha hablado de represión de protestas o cuando Isabel Díaz Ayuso ha vinculado la actitud de grupúsculos residuales como los que lanzaron objetos punzantes al paso de los ciclistas con las negociaciones de Pedro Sánchez para formar Gobierno.