África

Tambores de guerra y cambio de tercio en el Sahel: de Francia a Rusia

La mayoría de la Unión Africana prefiere la vía diplomática y no una acción militar para reinstalar la democracia nigerina, opción que defiende París con la boca pequeña

La OTAN llega tarde al avispero antioccidental y prorruso del Sahel

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Alfonso Armada

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El Sahel se ha convertido en un abismo geopolítico al que apenas prestamos atención, distraídos entre vacaciones, olas de calor y el nuevo gobierno y sus concesiones. Un mundo se desmorona y otro no acaba de nacer. Francia se agarra con uñas y dientes a su mermada zona de influencia, gran segmento de la 'Françafrique' en la que cada nuevo golpe de Estado estrecha lazos con la Rusia de Putin y el despiadado Grupo Wagner, emporio mercenario financiado por el Kremlin clave en la invasión de Ucrania y que combate a sangre y fuego desde Mozambique a República Centroafricana pasando por Sudán, donde es lanzallamas de la guerra civil que ha sumido al país en una nueva tragedia. Tras los golpes de Estado en Malí y Burkina Faso, el pasado 26 de julio fue derribado el gobierno democrático de Níger. Su presidente, Mohamed Bazoum, está bajo custodia, y en Niamey banderas rusas alternan con insultos a Francia y la exigencia de que los 1.500 soldados que restan de la operación Barkhane contra el yihadismo (que se extiende como una segunda piel por el Sahel) hagan el petate y regresen al hexágono.

¿Fascinación por la fuerza, triunfo de la propaganda, hartazgo de lo conocido, nostalgia del maniqueísmo, hastío de una esperanza en un desarrollo aplazado y de una Europa que ahora alienta el comercio justo y los derechos humanos? ¿A qué se debe la deriva saheliana desde la sombra francesa a la rusa? Para el reportero portugués Rui Araujo, “los rusos se benefician del capital moral asociado al apoyo que la URSS proporcionó a los movimientos independentistas africanos, y los sucesivos errores de Occidente, sobre todo desde que Estados Unidos abdicó de su papel como policía mundial. Mientras los chinos ganan influencia y negocio, los rusos se asocian a regímenes nada democráticos garantizando la supervivencia de sus dictadores: acceso a riquezas naturales a cambio de seguridad sin contemplaciones, la especialidad de los Wagner”.

La mayoría de la Unión Africana prefiere la vía diplomática y no una acción militar para reinstalar la democracia nigerina, opción que defienden Nigeria (excolonia británica y un más que defectuoso régimen. Aprovechen para leer lo último de Wole Soyinka: 'Crónicas desde el país de la gente más feliz de la tierra'), Costa de Marfil y Senegal, la que gustaría a París, aunque lo diga con la boca pequeña, mientras Washington, con dos bases en Níger (principal proveedor de uranio a Francia), propugna también el diálogo. En 'Un hogar para Dom', única novela traducida al español de la ucraniana Victoria Amelina, asesinada por un misil ruso en Kramatorsk, se lee: “quien quiere ser engañado, como mínimo merece ser engañado”. ¿Es lo que quieren ciudadanos de Níger, Burkina Faso, Malí o Sudán? Si resulta difícil conocer el verdadero deseo de los pueblos en democracia, ¿qué pensar de Rusia, donde Putin es amo y señor y ha sojuzgado a la prensa, primer acto de dictadores afines cuando triunfan con pólvora rusa? Pero igual que tras el genocidio ruandés, Francia debe hacer un profundo examen de conciencia sobre su política en el Sahel.