Escenario poselectoral
Jordi Mercader

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Periodista.

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El cuento de la lechera del independentismo, otra vez

Puigdemont tiene al alcance de la mano la repetición electoral, buscando que unos resultados parecidos mantengan a Junts en el centro de la ecuación. Así hasta empujar al desasosiego existencial al PSOE y al PP

Carles Puigdemont.

Carles Puigdemont.

El independentismo, especialmente Carles Puigdemont y sus altavoces, han recuperado el cuento de la lechera como programa político. En 2017, fue en versión “república indiscutible e inaplazable”; ahora, se versiona como argumento “negociador infalible” para obtener la amnistía y la convocatoria de un referéndum, aprovechando las urgencias aritméticas de Pedro Sánchez. 

Sánchez, el campeón del diálogo, dispone de una larga lista de compensaciones financieras, competenciales e institucionales que deberían satisfacer al Gobierno de la Generalitat más exigente. Sin embargo, no todos los independentistas militan en ERC. Para hacer frente a las literalidades requeridas por la lechera, el aspirante a permanecer en La Moncloa no parece disponer de los sucedáneos adecuados. Por un lado, están las conocidas limitaciones constituciones y, por el otro, la responsabilidad de no olvidarse de sus votantes en Catalunya, ni del conjunto de ciudadanos contrarios al independentismo, que, como poco, serán la mitad del censo catalán. A su favor, juega la acreditada incompetencia estratégica de los dirigentes soberanistas y la tirria que se tienen entre ellos

Puigdemont tiene al alcance de la mano la repetición electoral, buscando que unos resultados parecidos mantengan a Junts en el centro de la ecuación. Así hasta empujar al desasosiego existencial al PSOE y al PP, tanto como para plantearse el gran pacto contra toda pluralidad. Este es el escenario soñado y alternativo a la independencia del ex presidente de la Generalitat: demostrar que él puede encallar el Estado, lo que Prat de la Riba teorizó y Pujol nunca se planteó. Y como advertencia, facilitar el Gobierno de las derechas con las peores perspectivas para todas y todos.

De confirmarse este escenario, Sánchez podría optar por no jugarse su futuro con estas cartas, ofreciéndose a posponer la negociación real para cuando PP y Vox hayan gobernado España una buena temporada. Las exigencias entonces serán muy diferentes, de cumplirse los pronósticos judiciales para Puigdemont y de ejecutar las derechas su programa máximo. Para el PSOE sería mucho más cómodo y para Puigdemont, y el independentismo en general, mucho más apremiante. 

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