El trasluz
Juan José Millás
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Las dos almas

Espinosa de los Monteros, se decía en algunos medios, pertenecía al sector moderado de Vox. ¿Se puede ser un homófobo moderado, un xenófobo moderado, un misógino moderado, un reaccionario moderado, un franquista moderado?

Iván Espinosa de los Monteros.

Iván Espinosa de los Monteros. / EP

Los dientes de ajo no están tan bien delimitados como parece dentro de su carcasa. Metes el cuchillo para extraer uno y sacas uno y medio. Bueno, si has pelado la cabeza previamente, quizá no, pero para pelar una cabeza de ajos se necesita una paciencia incompatible con la ansiedad. El caso es que mientras discutía con los ajos escuché por la radio la despedida de Espinosa de los Monteros y me creí que se iba por razones familiares que expuso muy bien: "Mis padres ya no son tan jóvenes y mis hijos no son tan mayores". Luego habló de las noches pasadas en el hospital, con sus padres, imaginé, etc. No era un asunto que me importara mucho, pero no todo lo que sale en las noticias me importa. Ni todo lo que sale en las noticias ni todo lo que ocurre en la vida. Las cuestiones que a uno le importan se van reduciendo con los años. Me importa meter el cuchillo por su sitio justo en la cabeza de ajos sin pelar.

Durante los días siguientes me enteré de que no era cierto lo de los padres del político, ni lo de sus hijos. Al menos eso decía todo el mundo sin que él lo desmintiera. Se iba por problemas internos de su partido, que tiene dos almas. Todos los partidos tienen dos almas, incluso Vox, que a primera vista parece desalmado. Espinosa de los Monteros, se decía en algunos medios, pertenecía al alma moderada. ¿Se puede ser un homófobo moderado, me pregunté, un xenófobo moderado, un misógino moderado, un reaccionario moderado, un franquista moderado? No sé, no sé, es como si me hablaran de un terraplanista moderado. ¿Se puede estar moderadamente muerto?

Llevo años escuchando las intervenciones de Espinosa en el Congreso y no había advertido ese matiz, esa discrepancia con Abascal, su jefe de filas. Alguien, pues, estaba equivocado. Tuve la impresión de hallarme ante un malentendido gigantesco, un nuevo malentendido entre la realidad y yo. Llevo toda la vida intentando alcanzar acuerdos con ella, con la realidad, pero se ve que la realidad tiene también dos almas y yo debo de haber negociado con la equivocada. Me pregunto qué habrán pensado de todo esto los padres de Espinosa, ya no tan jóvenes, y sus hijos, no tan mayores.

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