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Care Santos

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Escritora

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¡Enséñame las plumas!

Me parece delicioso que exista un grupo de personas así. Gente feliz de conversar sobre cosas estrafalarias, satisfecha de poder presumir de tener centenares de plumas y desear aún más

Las mejores estilográficas para presumir de pluma a un precio asequible

Las mejores estilográficas para presumir de pluma a un precio asequible

Los seres humanos somos animales de pasiones. Peligrosas, poéticas, inocuas, románticas, desfasadas. Difíciles de justificar todas ellas. Para qué tratar de explicar por qué me encanta el sushi, por qué deseo a mi marido o por qué adoro las plumas estilográficas. Mucho mejor me concentro en escribir un artículo sobre esto último. 

No soy la única, desde luego. Tengo bien localizados desde hace tiempo a algunos congéneres (porque si otra cosa somos los seres humanos es gregarios, y a todas horas y en cualquier situación necesitamos sentirnos acompañados de iguales, parte de un grupo). Sé que mi admirada Rosa Montero, por ejemplo, comparte esta locura. Alguna vez me he atrevido a proponerle (ay, cómo me gustaría) quedar para enseñarnos las plumas. Es tan bonito que resulta casi obsceno. Y, como suele ocurrir en estos casos, la promesa de que algún día ocurra es mejor que la consumación. 

Con mi querido Jesús Marchamalo pasa algo mucho peor. En cuanto nos vemos nos apresuramos a desenfundar nuestras últimas adquisiciones, creo que con la oscura intención de dejar al otro deslumbrado, maravillado, estupefacto, algo que consigue él siempre mucho más que yo, porque el maldito siempre ha comprado el primer prototipo de un artesano que desconozco o un modelo asquerosamente precioso de una marca que yo adoro por encima de todas las cosas. Por supuesto, siempre aplaudí el gusto de Almudena Grandes de firmar con su Pelikan Souveran verde. Y me encanta que Núria Pradas se haya pasado recientemente a la familia plumífera. Soy de las que piensan que la dedicatoria de un libro a pluma no puede compararse a otra a vulgar bolígrafo. Y que escribir en un cuaderno Midori, o en un Rhodia o en un Kunisawa (los tres pensados para la escritura con estilográfica) es una experiencia radicalmente diferente a escribir en cualquier otra parte y, por descontado, mucho más hermosa. 

Soy también de las que se alegra de que la escritura manual tenga cada vez más adeptos. De que se impartan cursos de caligrafía. De que existan papelerías especializadas en tintas (y tiendas monográficas). De que mis marcas de tintas favoritas inventen nuevos tonos cada año. Soy de las que celebra el día de la escritura manual (23 de enero) y el día de la pluma estilográfica (4 de noviembre). De las que creen en los beneficios de escribir a mano.

Los frikis, ya se sabe, necesitamos de otros frikis con quienes compartir nuestras cosas y con quienes hablar de asuntos que traen totalmente sin cuidado al resto de la humanidad. Y eso fue, precisamente, lo que ocurrió en la Casa dels Entremesos de Barcelona hace algunas semanas, cuando la recién creada Associació Estilogràfica de Catalunya celebró su primera reunión de socios con un programa de actos que incluía una conferencia de Xavier Amargant titulada 'El camino de la tinta'. 

Ya sé que no se lo creerán, pero para un friki de las estilográficas resulta de lo más estimulante conocer los principios físicos que logran hacer que un plumín escriba como se espera de él, sin atascarse ni provocar accidentes. Y tuvimos ocasión de aprenderlo, con demostración práctica incluida, y nos sentimos como niños en el laboratorio. Y qué felicidad cuando el mismo conferenciante dio a entender que algún día deberíamos hablar largo y tendido de roscas de capuchones (capuchones de estilográficas, claro), anunciando así el tema de otra posible conferencia, que los presentes acogimos con entusiasmo.

Me parece maravilloso que exista un grupo de personas así. Gente feliz de conversar sobre cosas estrafalarias, satisfecha de poder presumir de tener centenares de plumas y desear aún más; gente que invierte su tiempo en visitar exhibiciones de estilográficas, en leer blogs y foros sobre los más variados y especializados asuntos (por ejemplo, cómo diferenciar un plumín Jowo de uno Bock), o incluso valientes que se atreven a crear sus propios instrumentos de escritura. Gente que sueña con plumines —atascados, bicolores, flexibles, antiguos…—, con tintas de colores, gavilanes, alimentadores y émbolos; gente que espera con emoción infantil el próximo encuentro mensual, donde tal vez, sin dilación, complejos ni tapujos, por fin hablaremos de roscas.

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