Medioambiente

Biodiversidad, un letrero luminoso en la oscuridad

Simplificar la red vital de nuestro planeta es agujerear los cimientos de nuestro futuro y bienestar, también de los del resto de seres vivos que nos acompañan

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biodiversidad3 / Zowy Voeten

Andreu Escrivà

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¿Qué es exactamente eso de la biodiversidad? ¿Por qué nos debería importar? ¿Cuál es el problema de que se extinga una especie de insecto en particular, si existen millones? ¿No habíamos salvado ya al lince y al oso panda? 

Estas son solo algunas de las preguntas que pueden surgir cuando se saca el tema de la biodiversidad. Mientras que con la crisis climática el imaginario colectivo apunta -con mayor o menor tino- a los combustibles fósiles (la causa), los desastres naturales y fenómenos extremos (las consecuencias) y las energías limpias (la solución), ¿en qué pensamos cuando pensamos en la diversidad biológica? ¿En especies achuchables de mamíferos, que casi parecen predestinadas a acabar como un peluche en las estanterías de las tiendas de juguetes? ¿En selvas tropicales que seguramente jamás visitaremos y nada tienen que ver con nosotros?

La crisis de biodiversidad es de una magnitud tan enorme que, por momentos, es capaz de empequeñecer a la climática. Sus causas van más allá de la subida de temperaturas, y comprenden desde la fragmentación y destrucción de hábitats, la contaminación, la caza o la introducción de especies invasoras, además del efecto ya innegable que tiene el calentamiento global sobre todos los seres vivos del planeta. La riqueza que deberíamos querer preservar no es solo la que vemos por la pantalla del televisor o en las páginas a todo color de revistas de viajes o exploración. Es también aquella que nos rodea, la urbana, la periurbana, la de nuestros campos y también bosques, marjales y matorrales, por degradados que estén.

Perder biodiversidad es empobrecernos en todos los sentidos; por supuesto, también en el económico. Sin embargo, en pleno siglo XXI deberíamos ser capaces de desear su preservación por motivos que vayan más allá del utilitarismo y de lo monetario, que parecen ser, demasiadas veces, el único argumento que se esgrime a favor de la conservación de una especie o hábitat.

Necesitamos entender que nos ha tocado la lotería cósmica. Que vivimos en el único trozo de universo en el que la vida puede prosperar, que sepamos. Que no somos nada sin ella, que no podemos existir en el vacío, que no podemos comer silicio ni respirar nitrógeno. Que simplificar la red vital de nuestro planeta es agujerear los cimientos de nuestro futuro y bienestar, también de los del resto de seres vivos que nos acompañan, desde un gusano microscópico hasta la más alta de las secuoyas.

Es de vital importancia ser capaces de situar la crisis de la biodiversidad en primera línea de la agenda política y mediática. Nos encontraremos con dudas legítimas, obstáculos intencionados y con decisiones extraordinariamente difíciles. Buena prueba de ello resulta el tortuoso trámite parlamentario, aún en curso, de la Ley de Restauración de la Naturaleza en Europa. Solo desde paradigmas científicos, sociales y hasta religiosos, superados desde hace tiempo, puede explicarse la virulencia de ciertas posturas, destinadas al fracaso y al olvido. Pongámonos en marcha.

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