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La biodiversidad nos concierne a todos

Detener la degradación de los ecosistemas requiere voluntad política y compromiso ciudadano

Bruselas ofrece flexibilizar la nueva ley de biodiversidad para superar reservas de algunos países

Bruselas ofrece flexibilizar la nueva ley de biodiversidad para superar reservas de algunos países / PEXELS

Hace seis años, la Asamblea General de las Naciones Unidas designó el 20 de mayo como el Día Mundial de las Abejas. También en los últimos años ha habido diversas campañas de oenegés y otras instituciones para concienciar a la población de la importancia de este y otros insectos polinizadores para el mantenimiento de los ecosistemas. La fuerza de un mensaje sencillo ha servido para que muchos ciudadanos abrieran los ojos a los peligros que supone la pérdida de una especie. Ha habido muchos otros casos de campañas y planes de recuperación que se focalizan en un animal en concreto:en España, el del lince ibérico es posiblemente el más conocido, y afortunadamente exitoso. Su eco mediático ha sido positivo para implicar a la sociedad en la protección de la naturaleza, pero hoy sabemos que las amenazas van más allá de unas cuantas especies en peligro de extinción, que es la diversidad de especies en su conjunto lo que hay que proteger. El hecho de que cada vez haya menos variedad de insectos, aves o roedores en el bosque, que en los océanos y mares haya un declive de especies marinas, en definitiva, que los ecosistemas se estén empobreciendo y homogeneizando es el último aviso de alerta que nos da la naturaleza.

La pérdida de biodiversidad es un hecho constatable que ha alterado el paisaje a veces irremediablemente, pero aún es posible actuar para frenarlo. Para conseguirlo, se necesitan dos elementos complementarios entre sí: voluntad política y compromiso ciudadano. Gobiernos de todo el mundo están incorporando en sus programas políticas ecologistas, en respuesta a una mayor sensibilidad social. Por supuesto, ni todos los países están implicados en igual grado, ni todos los que dicen estarlo acaban demostrándolo con acciones palpables. Pero que 196 estados consiguieran ponerse de acuerdo el pasado diciembre, en la cumbre de Montreal, para proteger el 30% de la superficie terrestre y marina del planeta para 2030, es síntoma de la aceptación global de un problema, que es el primer paso para resolverlo. Otro ejemplo: hace menos de un mes, el Parlamento Europeo dio el visto bueno a la ley de restauración de la naturaleza, con el objetivo de proteger la biodiversidad de la Unión Europea. La norma, con todo, cosecha el rechazo de quienes consideran que la regulación va en contra de la agricultura y la pesca, lo que pone de manifiesto determinadas resistencias ante la necesidad de cambiar nuestra relación con el entorno.

Mantener el ritmo actual de explotación de recursos naturales es insostenible. Los pesticidas más dañinos pueden acabar con insectos y animales pequeños que son claves en la cadena trófica. El calentamiento global favorece la presencia de especies invasoras que compiten con las autóctonas. Humedales, lagos, bosques y otros hábitats naturales son fuente de vida y regulan el clima del planeta. Su degradación no puede sernos ajena, porque también nos afecta. EL PERIÓDICO dedica este domingo una amplia cobertura informativa a explicar por qué es tan importante proteger la biodiversidad, y por qué somos parte implicada en el problema, pero también en la solución. Divulgarlo forma parte de nuestro firme compromiso en promover el progreso de las personas sin destruir el planeta.