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Juego de tenis

El tenis, como todos aquellos deportes en los que el reloj solo informa y no juzga, depende finalmente de un momento decisivo, que cierra el enfrentamiento con aires de heroicidad

Carlos Alcaraz durant un partit

Carlos Alcaraz durant un partit / Adam Davy/Pa Wire/Dpa

Josep Maria Fonalleras

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Si tienes la paciencia de aguantar cinco horas de tenis (que pasa por ser, objetivamente uno de los deportes teóricamente más aburridos del planeta), la recompensa es inigualable. Tantas horas significa que se han jugado cinco sets, que es una de las grandes controversias de la actualidad. Muchos abogan por que todos los torneos sean de tres sets, porque así es menos cansado y más atractivo, aunque hay otros, como Àlex Corretja, que defienden justo lo contrario: que vuelvan los cinco sets en los torneos del circuito y que no se restrinja la norma solo a los cuatro Grand Slams. Poco después de perder un larguísimo encuentro contra Djokovic, el francés Gael Monfils dijo que para jugar a cinco sets "necesitas ser inteligente, tener una fuerza extra y adoptar una mentalidad diferente". Algunos incluso se han atrevido a decir que un partido de estas características nada tiene que ver con uno de tres sets: “No son el mismo deporte”, afirmó Jordi Arrese.

Es en la maratoniana lucha, agotadora (incluso para los espectadores relajados en el sofá), zigzagueante, con altibajos, donde crece y se desarrolla la mitología. Lo vimos hace poco en Wimbledon. En todo este tiempo, el del partido, hay un espacio para el bajón, para la resurrección, un tiempo para arrodillarte y para elevarte, para el combate interminable (¡aquel juego del tercer set entre Alcaraz y Djokovic, de 26 minutos!), para el cuerpo a cuerpo psicológico, para la fuerza y la inteligencia. El tenis, como todos aquellos deportes en los que el reloj solo informa y no juzga, depende finalmente de un momento decisivo, que cierra el enfrentamiento con aires de heroicidad. Una epopeya que se ha desarrollado como si se tratara de un juego de ajedrez en el que los jugadores se confunden con las piezas y que, después de idas y venidas, de derrumbes, pérdidas, emergencias y victorias, se cierra con un intento final que debe ser atrevido, fulgurante e impulsivo. Y al mismo tiempo reflexivo. Juan Carlos Ferrero, el entrenador y maestro de Alcaraz, justo antes del juego definitivo le dijo: "Piensa".

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