Parece una tontería

Tíralo por la borda

Vas tomando decisiones que, concatenadas, te sacan de donde estabas, y al llegar a un punto, estás lejísimos.

Mujer pensando

Mujer pensando / ANTHONY TRAN| UNSPLASH

Juan Tallón

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De vez en cuando la gente arroja su vida por la borda. Coge lo que tiene, lo arriesga, lo pierde, y entonces continúa con lo que queda, hacia una vida nueva. Nunca pensamos que vamos a ser nosotros los que flirteemos con el abismo. Nos gusta creer que no somos tan obtusos como para poner en peligro una existencia llevadera, con sus diversiones, aburrimientos, placeres, lástimas, días mejores, días peores y otra vez mejores. Nosotros, no, imposible. Además, nos parece que no es en absoluto fácil echar por la borda el estilo de vida en el que estamos instalamos.

En realidad, no buscas expresamente perder lo que tienes. Vas tomando decisiones que, concatenadas, te sacan de donde estabas, y al llegar a un punto, estás lejísimos. Puedes o no darte cuenta. Mario Balotelli, por ejemplo, empezó a tener éxito como futbolista cuando era un juvenil. Fichó por un gran club, se hizo famoso, comenzó a ganar mucho dinero, fichó por un club aún más importante, se compró un Maserati, y un día la policía le dio el alto, y al ver las 25.000 libras que había en el asiento del pasajero, uno de lo agentes le preguntó cómo era que llevaba semejante cantidad de dinero, a lo que Balotelli respondió: «Es que soy rico». Su vida ya siempre fue dando tumbos hacia abajo, como la bola de una máquina pinball.

En algunas ocasiones ni siquiera tomas malas decisiones. Sufres, simplemente, un golpe de mala suerte, o cometes un error inopinado, incluso cosechas un éxito, tienes una idea bellísima o revolucionaria, o te enamoras, y zas: estás perdido. Desapareció tu mundo, o una parte al menos, y te adentraste en otro. Hace años, la amiga de una amiga estaba a punto de casarse. Faltaban dos semanas para la ceremonia cuando le dijo a su marido que no habría boda. Acababa de enamorarse de otra persona, y la idea de seguir con los planes y contraer matrimonio con su prometido, y pareja desde hacía años, le resultaba descabellada. Había que estar loca para no casarse finalmente, y más loca aún para hacerlo, o al revés. La boda se suspendió. La novia llamó a los invitados uno por uno para darles la noticia. Sus padres le retiraron el saludo. Fue una pequeña ruina personal, y también económica. Pero estaba enamorada, y eso era más fuerte que las adversidades. Lo malo es que a los pocos meses la relación con su amante se acabó.

La vida se va al garete por infinitos motivos. Y hay que empezar de nuevo. Valeria Luiselli cuenta en Desierto sonoro la historia de un amigo de la narradora cuyo padre «trabajó infelizmente en una empresa enorme hasta que ahorró lo suficiente, a sus setenta años, para poner su propio negocio, fiel a su verdadera pasión», que era ser editor. «Abrió entonces una editorial llamada La Nueva Frontera, que editaba pequeños mapas náuticos, bellísimos, diseñados con cuidado y amor para los barcos que surcaban el Mediterráneo». Pero a los seis meses de hacer realidad su sueño, algo pasó. «Se inventó el gps. Y se acabó todo: una vida entera dada al traste». Y otra vez a empezar.

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