Campaña electoral

¿Quién cuenta con RTVE?

No hay comisión independiente que ordene los debates. Y así, cada partido impone, según su fuerza, la regla 

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quien web / Leonard Beard

José Manuel Pérez Tornero

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Los debates electorales tienen importancia y trascendencia. Por eso, son inevitables en EEUU, Francia, Gran Bretaña, etc.; donde, al final, apenas quedan dos candidatos con posibilidades reales. ¿Quién no recuerda los debates Hillary-Trump, Macron-Le Pen o Giscard-Mitterrand? O aquel famoso y mítico entre un Kennedy moreno y fresco y un Nixon cansado y triste. 

Los debates son una especie de rito civil que cumplen la función de prueba. A los gobiernos y a los candidatos, se les examina la labor de gobierno y los programas. Y a los candidatos, sus capacidades para superar la contienda dialéctica. Y luego es el pueblo soberano, representado por la audiencia, el que sanciona y 'corona' al héroe. 

El orden y la naturaleza de los debates -tanto en cuanto son confrontación y rito (de reconocimiento al héroe)- viene marcado por leyes no escritas, pero sostenidas por una tradición entre los contendientes. 

En lo que se refiere a las normas, son los partidos y las televisiones los que las establecen por acuerdo. O, a veces, en países como EEUU y Canadá, se crean comisiones independientes que establecen reglas y espacios, precisamente para evitar el partidismo. En lo que se refiere a espacio, neutral, abierto, consensuado, etc. Porque al ser así, de alguna forma, albergará más representatividad y legitimidad. 

¿Cuál es lugar de los debates? Se busca siempre un plató cargado de valores singulares. Cuanto más público y neutral, mejor. En países como Francia, Italia, Alemania y Gran Bretaña -donde hay una televisión pública legitimada- siempre se elige los platós de las televisiones públicas como prioritarios. En EEUU, por ejemplo, donde la PBS es débil, son las universidades las que ofrecen sus platós. 

Pero en España, en los últimos tiempos, ningún orden, ninguna regla a la hora de decidir el plató. No hay comisión independiente que ordene los debates (porque la Junta Electoral es solo reactiva ante el tema). No se respeta tradición alguna para ordenarlas. Y así, cada partido impone, según su fuerza, la regla. Por supuesto, en este desbarajuste, las cadenas de televisión privadas juegan a sus estrictos intereses comerciales.

De forma que, este verano, nos hemos encontrado con un solo cara a cara en Atresmedia, y con un debate minusvalorado en RTVE. O sea, RTVE -que debería jugar a la diversidad y a la neutralidad- ha quedado francamente desairada. Ha pasado del ninguneo de los partidos a la irrelevancia pública. 

¿Cuál es la razón del ninguneo y, en consecuencia, de esa deriva hacia la irrelevancia? El PP lo ha dejado claro. Considera que RTVE no está siendo neutral, que ha intentado mediar a favor del Presidente, interfiriéndose en la relación directa entre partidos; y que, por tanto, no ha de acudir a la cita. El PSOE, que ha criticado la actitud del PP y defendido a la pública, sin embargo, ha aceptado que el cara a cara se haga solo en Atresmedia -sin condicionarlo a otro en RTVE-.

Pero no podemos esconder otra razón sustancial de la irrelevancia: la casi perpetua y triste situación de interinidad de la presidencia de RTVE, que la debilita en cualquier negociación y ante el público. 

En el último lustro, la interinidad y provisionalidad han sido la tónica dominante. Interina fue Rosa María Mateo, durante más de tres años. Mi nombramiento, por dos tercios del parlamento, acabó con esa interinidad, pero solo durante 18 meses. Me encontré en el consejo de administración que pronto se olvidó del consenso con el que había nacido y lo bloqueó (con algunas excepciones). Dimití, queriendo ser constructivo, con objeto de que el parlamento eligiese otro presidente/a, consensuada y democráticamente. ¡Fallido intento! Se volvió a la interinidad. El parlamento no movió un dedo para buscar una nueva presidencia de consenso, Y el consejo de ministros, a instancias de la SEPI, dio poderes presidenciales (recurridos jurídicamente) a la interina. Por tanto, RTVE se instaló, de nuevo, en la endémica interinidad que la debilita y no la deja progresar.  

Así, una RTVE (pese al mérito y calidad de sus profesionales), debiendo ser principal plaza pública de nuestra sociedad, puede convertirse, de seguir así, en un espacio de debate político irrelevante. ¡Y precisa y justamente en estas elecciones trascendentales! 

Desde luego, no resulta muy reconfortante. 

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