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Alcaraz, llamado a la gloria

Con su juego divertido, alegre y desenvuelto, el fenómeno murciano ha llegado para marcar un hito en el tenis mundial

TENNIS-GBR-WIMBLEDON Alcaraz, eufórico, celebra la conquista de Wimbledon.

TENNIS-GBR-WIMBLEDON Alcaraz, eufórico, celebra la conquista de Wimbledon. / Glyn Kirk / AFP

Cuando Carlos Alcaraz tenía 5 años y apenas podía mantenerse en pie con la raqueta en el Club de Campo de Murcia, Novak Djokovic ganaba en Australia su primer título de Grand Slam. El serbio ha llegado a atesorar hasta 23, el hombre que más ha conseguido (Margaret Court tiene 24), y se ha convertido en una leyenda viva de este deporte. Por si fuera poco, Wimbledon, el mítico complejo del All England Lawn Tennis y Croquet Club, el auténtico santuario del tenis sobre hierba, es territorio acotado por el serbio. Llevaba nada más y nada menos que 10 años sin perder en el Centre Court, la pista central, y había sido el ganador del torneo en las últimas cuatro ediciones. 

El veterano de 36 años y el fenómeno murciano de 20 disputaron el domingo la final más deseada, uno de aquellos acontecimientos que van más allá de un duelo en concreto y que pueden elevarse a la categoría de efeméride histórica. El partido no decepcionó en absoluto y tras casi cinco horas de vaivenes, con errores por parte de ambos, pero con un juego excelso en la mayoría de las ocasiones, Carlos Alcaraz se alzó con su segundo título de Grand Slam, después de haber triunfado el año pasado en el Open USA. Y muy probablemente se trató de algo más que eso, que ya es un logro inmenso a cualquier edad, pero más aún a los 20 años y después de haber disputado solo 18 encuentros en una superficie, la hierba, que Alcaraz prácticamente desconocía.

Es algo más porque en las últimas dos décadas el mundo del tenis ha vivido una época seguramente irrepetible, conformada a partir de la rivalidad entre los llamados Big Three, las tres poderosas raquetas que han dibujado trayectorias ejemplares y duelos heroicos. Rafa Nadal (22 grandes torneos), Roger Federer (20) y Novak Djokovic (23) han dominado las pistas, han dejado atrás leyendas como la de Pete Sampras y han superado los conatos de tenistas que discutían su hegemonía y que se han rendido a su enorme superioridad. Es algo más porque, con el triunfo en Wimbledon, Alcaraz presenta decididamente su candidatura a ser el número uno durante un largo período, la auténtica renovación de la jerarquía tenística, seguido a distancia por valores emergentes como Sinner o Rue.

El triunfo del joven murciano se produjo, además, con todos los aditamentos de las grandes ocasiones. Empezó desde un pozo del que parecía imposible salir; llegó al límite de la derrota con la bola de Djokovic para ganar el segundo 'set'; resucitó inesperadamente en ese mismo 'tie break'; venció en un juego clave psicológicamente, tras unos maratonianos 26 minutos de peloteo intenso en el tercero; sobrevivió a la remontada del serbio en el cuarto; y encaró el quinto y definitivo con una valentía inusual, sobre todo en los instantes de decisivos, en el match ball que ejecutó como si aún jugara en cadetes. 

El chico de 15 años que dejó El Palmar para ingresar en la academia de Juan Carlos Ferrero, artífice indiscutible de su evolución técnica, que hace solo cinco años era el 579 en la clasificación de la ATP, es ahora, con 12 títulos profesionales en su haber, el más joven en llegar a lo más alto. Y, con su juego divertido, alegre y desenvuelto, que genera admiración y entusiasmo, que eleva el deporte de la raqueta a otra dimensión, es ya una realidad que ha llegado para marcar un hito en el tenis mundial.