Catalunya republicana

19 de julio: no fue el pueblo en armas

Es curiosa esa vocación antimilitarista de la sociedad catalana, por cuanto fueron militares demócratas los que se enfrentaron a tiros al ejército golpista

GC

GC / ARXIU FOTOGRÀFIC DE BARCELONA

Sergi Sol

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Hoy aún pervive el mito que fue el pueblo en armas quien derrotó el golpe militar de 19 de julio de 1936 en Barcelona.

Es falso. O cuando menos, una hipérbole. Fue el comandante Frederic Escofet, comisario de orden de público de la Generalitat y lugarteniente de Lluís Companys, quien dirigió el contragolpe. Bajo su mando, 2.000 guardias de asalto, 200 Mossos d'Esquadra y una pequeña pero significativa parte del Ejército (aeródromo del Prat) leal a la República. Además de la Guardia Civil. Su lealtad era más que dudosa. Salieron de sus cuarteles cuando la lucha parecía empatada en plaza de Catalunya y plaza Universitat. Hasta 800 agentes avanzando amenazadoramente por Via Laietana sin que se supiera a ciencia cierta qué iban a decidir. Llegaron hasta la comisaría de Via Laietana, centro de operaciones de Escofet y Companys. Estos salieron al balcón a despejar cualquier duda. Venían a detenerlos o a ponerse a sus órdenes con el Coronel Escobar a la cabeza. ¿Cómo saberlo?

El 'President' gritó alto y claro desde el balcón: "¡Viva la República! ¡Viva Catalunya!". A lo que Escobar respondió: "¡A sus órdenes, Señor Presidente!". La duda quedó zanjada en un santiamén. El católico y conservador Escobar tomaba partido. Sin fisuras.

Partidas de obreros, mayormente de la CNT, se fueron sumando a la lucha, al lado de las fuerzas de orden público leales a la Generalitat. También muchos militantes de ERC. En los combates murió Ascaso, íntimo de Durruti. Pero muchas otras vidas se perdieron, de diputados de ERC. Y sobretodo de guardias de asalto, el cuerpo más damnificado. Como el del hermano del coronel Arrando, jefe de la Guardia.

El pueblo contaba con escasas armas, pese a que la CNT las exigió a Companys. La víspera este se negó a armar a las huestes de Durruti. ¡Y cuánta razón tenía! Cuando al final de la contienda el pueblo se armó, lo que vino fue la peor borrachera criminal de sangre que azotó la Catalunya republicana, mancilló la revolución y vilipendió internacionalmente la causa de la República. 

Escofet era militar. Y su segundo, Vicenç Guarner, también. También Pérez Farrás, jefe de los Mossos d’Esquadra. O Pérez-Salas, el hombre que comandó la Columna Macià-Companys. No era militar Companys, pero sí su predecessor, Francesc Macià. Hombre de acción donde los haya.

Es curiosa esa vocación antimilitarista de la sociedad catalana, por cuanto fueron militares demócratas los que se enfrentaron a tiros al ejército golpista. Pudo Escofet evitar el asalto de la muchedumbre al cuartel de Sant Andreu, incautándose de 30.000 fusiles. No lo hizo por humanidad, hacerlo hubiera significado una matanza entre aquellos que habían luchado codo a codo con las fuerzas armadas republicanas.

Escofet dejó escrito en sus memorias su convicción de que sin las gentes de la CNT se hubiera ganado igualmente. Pero, en cambio, si la Guardia Civil llega a sumarse a la rebelión todo se hubiera tornado más oscuro.

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