Caleidoscopio

Carta desde Ibiza

Un ola de intolerancia y filofascismo consentida y hasta amparada por partidos democráticos como el Partido Popular español está avanzando por toda Europa y ya llega hasta esta isla que durante mucho tiempo ha sido sinónimo de libertad

Archivo - Ambiente en Ses Variades, en Ibiza.

Archivo - Ambiente en Ses Variades, en Ibiza. / Germán Lama - Europa Press - Archivo

Julio Llamazares

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Llevaba tiempo sin volver a Ibiza, una isla a la que he sido fiel muchos años, tantos que le dediqué incluso una novela, 'Las lágrimas de San Lorenzo', en la que cuento mi felicidad en ella. La pandemia y otras circunstancias hicieron que no volviera en un tiempo, pero aquí estoy de nuevo disfrutando de los encantos de una isla que, aunque cada vez soporta un número de turistas mayor, conserva en algunas zonas el espíritu de aquella isla feliz y alejada del mundo que describió hace 90 años el filósofo Walter Benjamin, que en Ibiza encontró en los años treinta del siglo XX un remanso de paz y el refugio que buscaba ante el avance del nazismo en su Alemania natal. Las cartas que aquí escribió a sus amigos y a sus dos amantes de entonces, la pintora holandesa Anne Marie Blaupot y la también artista Jula Radt-Cohn, reflejan la paz que encontró en la isla a pesar de su extrema pobreza: vivía en una casa sin luz eléctrica y se bañaba en el mar a falta de agua corriente.

Recordé esto al aterrizar en Ibiza y encontrar la isla invadida de turistas y de construcciones nuevas (cada vez es mayor la especulación y se nota) y pensar en qué sentiría el autor de 'Infancia en Berlín hacia 1900', un libro que escribió durante sus dos estancias en la isla, al encontrar su Arcadia feliz invadida de gente, pero también al ver cómo 90 años después se repiten por toda Europa los inquietantes discursos que él escuchó y algunos de los acontecimientos que vivió personalmente y que le llevaron a huir, primero, de su país y luego de Francia y a suicidarse en Portbou, en la frontera franco-española, ante el temor de que la policía franquista le entregara a la Gestapo y terminara en un campo de concentración como tantos judíos. El mundo ha cambiado mucho, dicen, pero algunas de las cosas que se oyen y que vemos desde hace tiempo en Europa (y en España especialmente en estos días, en medio de dos elecciones) hacen pensar que no han cambiado tanto como creemos y que lo que Benjamin vivió no estaba tan alejado de lo que estamos viviendo nosotros hoy. Un ola de intolerancia y filofascismo consentida y hasta amparada por partidos democráticos como el Partido Popular español está avanzando por toda Europa y ya llega hasta esta isla que durante mucho tiempo ha sido sinónimo de libertad y antes de tranquilidad y de paz, como lo fue para Walter Benjamin y sus amigos. Basta mirar la composición del nuevo Gobierno balear para verlo y observar el cambio de 'looks' por las calles de Ibiza, tan alejado ya de la moda 'ad lib' y del hippismo ingenuo de los 70.

Puede que todo esto sea una impresión sin más y que se diluya en el tiempo como tantas otras, pero no sobra que las democracias occidentales estén atentas a lo que está ocurriendo no vaya a ser que nos sorprenda un crecimiento de la intolerancia y el odio como aquel que arrasó Europa en la mitad del siglo pasado y algunos de cuyos ecos es fácil advertir en los discursos de ciertos políticos y en los comentarios de alguna gente envalentonada ante lo que ha ocurrido en las últimas elecciones. Que se acepte con normalidad que un partido democrático pacte gobiernos con otro extremista y antieuropeo indica hasta qué punto la propia democracia está en riesgo. Las cartas que Walter Benjamin escribió en Ibiza hablando de ello deberían hacernos reflexionar a todos, tanto los que creemos preocupante la deriva que está experimentando Europa como los que opinan que no es para tanto, que solo es un sarampión que se pasará.  

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