Golpe franco

¿Perder o ganar? Depende

Lewandowski charla con Xavi durante el Celta-Barça en Balaídos con el que se cerró la Liga 22-23.

Lewandowski charla con Xavi durante el Celta-Barça en Balaídos con el que se cerró la Liga 22-23. / Efe

Juan Cruz

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El Barça es un equipo pobre con una gran trayectoria. Su pasado es mejor que su futuro, o no. Perder y ganar es parte de la trama del deporte y de la vida. Grandes clubes de la historia empezaron siendo pobres, o pareciéndolo, pero no por ello su trayectoria resultó despreciable. Ahora el dinero, por culpa de la pasión por ganar, es sinónimo de felicidad, también en el fútbol.

El equipo más potente, económicamente, e incluso históricamente, de LaLiga sólo obtuvo un triunfo en la última temporada, y nadie puede decir que esa victoria resulte la más celebrada de su enorme colección de trofeos. Sin embargo, el club más empobrecido de las últimas décadas, el Barcelona, ganó el campeonato de la regularidad. Tras sus desastres sucesivos, que partieron del humillante episodio frente al Bayern e incluye la partida de Lionel Messi, su entrenador y sus jugadores fueron escalando victorias hasta consolidarse como primero en una de las competiciones más aburridas de las que yo he vivido desde los tiempos de Ramallets y de Kubala.

Ahora ese Barça campeón se aúpa a LaLiga de este año con la vergüenza (digámoslo así: a mi no me parece vergonzoso) de haber sido vencido en la más compleja de las competiciones, la del dinero. Pues el Real Madrid de Modric (pero sobre todo de Florentino Pérez) le birló por dinero (y con dinero) a un jugador que ya parecía parte de la plantilla azulgrana.

Hace una semana el barcelonista más entusiasta que conozco, el argentino Alejo Stivel, fundador de Tequila y aun miembro de ese equipo musical tan extraordinario, me avisó con alborozo del fichaje (azulgrana) del codiciado joven turco. Hasta que días después él mismo me avisó, con lágrimas de aficionado, de la victoria del rival, que se había llevado por mucho más dinero la voluntad y el talento del joven turco.

En otra época estos contratiempos me hubieran parecido bochornosos, y observo que en el ánimo de algunos aficionados o comentaristas así es la cosa. Que el Barça tenga que fijarse ahora (como dice el maestro Ramón Besa en El País) en jugadores de otras canteras, aunque sean próximas al abrevadero azulgrana, es indicativo del momento actual del equipo, es decir, del club, pues en estos tiempos de penuria el equipo es más que el club, obligado éste a unos arreglos económicos que resultan muchas veces bochornosos.

En el Barça no estamos acostumbrados a ser pobres y a mostrarnos como tales. Acaso porque, desde que lo somos, no ha habido en el telón más visible de las directivas gente con capacidad para la autocrítica que no se deje vencer por las dificultades sino que las cuenta para que no haya (y es lo que ocurre ahora) otra desmoralización que las que ocurren después de las derrotas. Al contrario, en el caso del actual presidente, que venía a ganar tanto que incluso le iba a ganar a Messi, lo que ha ocurrido es que ni con Koeman ni con Xavi fue capaz de llegar a conclusiones razonables en torno a una plantilla que ahora es grande, larga, pero estrecha, limitadísima por compras anteriores que tampoco le iban a resolver al Barça los perjuicios del pasado.

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